AHORA que todo el mundo tiene candidatas y candidatos a las autonómicas del 5 de abril se pueden empezar a sacar conclusiones a raíz de sus tarjetas de presentación. Tiene toda la lógica que la oposición se ofrezca como alternativa a quienes vienen gobernando. El discurso del cambio ha acreditado en el pasado no necesitar explicación profunda sobre políticas económicas y sociales y su sostenibilidad. El cambio es un mantra tan poderoso que sirvió por igual al PSOE para sustituir al PP que a este para descabalgarle y vuelta a empezar ahora con Pedro Sánchez. Las propuestas más sólidas, en todo caso, vuelven a ser las tradicionales: el PNV, en el liderazgo del soberanismo aber-tzale institucional; EH Bildu, emblema del independentismo de inspiración socialista revolucionaria, como marcan los cánones de Sortu; y el PSE, un histórico tan arraigado en Euskadi como dependiente de las olas crecientes o decrecientes de su partido matriz en el Estado. Según esa dinámica, ahora le tocaría ir al alza. Los demás llegan con marejada: el PP vasco ha sido aniquilado por pretender una voz propia frente al nacionalderechismo de Casado y su pugna por el espacio más ultra, lo que permitirá ver si aún quedan rescoldos de ese sentimiento en Euskadi. Y Elkarrekin Podemos, en manos de una gestora por el revolcón de las bases a su dirección, a la que no quieren independiente del mandato de Pablo Iglesias. En todo caso, los morados, presa electoral de Bildu y PSE, abogan por una coalición de gobierno con ambos sin contenido. Una especie de socialdemocracia marxista independentista federal. Largo de explicar, fácil de entender: la alternativa al poder del PNV es intentar obtener el poder.