NO habrá concierto de C. Tangana en Aste Nagusia. Por lo que he sabido de su propuesta, nos movemos en universos distantes. Musicales, también. Pero la polémica es síntoma de esas cosas que pasan desapercibidas hasta que tropezamos con ellas. Las letras de este artista pueden ser una provocación; recurso artístico tan legítimo como otro cualquiera. No sería el primero ni el último que lo practica para llamar la atención sobre realidades olvidadas. Quizá Tangana trata de poner un punto sobre la i del sexismo y el machismo con letras que provocan en esa dirección. Admito que no he escuchado a ningun trapero ni reggaetonero que haya hecho bandera de ello y por eso cuesta no situarle en el extremo contrario: en el proselitismo de la cosificación, la denigración incluso, por medio de la hipersexualización de la mujer. Que no vamos a descubrir hoy que es algo que vende desde hace siglos, pero que quizá me anima menos a valorar su propuesta artística y más el componente mercantil: el malote que castiga, apabulla usa y exalta la superficialidad, vende. Y cuanto menores son ellas y ellos, más sexualizan la reivindación de su personalidad. Buen mercado. Seguramente este chico -que se llama Antón y es madrileño-, está en el negocio de la música con sincera voluntad de crear y pillar cacho sin pensar en la frivolización de la violencia, que también la hay en sus letras -”antes de morirme le mato a él y a quien vaya detrás”, cantaba hace unos años, por cierto con Rosalía, que le daba la réplica: “Antes de morirme, mátame”-. La responsabilidad ética que le sugiero al artista se la exijo al profesional. Y creo que proteger la libertad de expresión y creación es otra cosa.