1. Asumir la realidad. La sociedad vasca conoce una verdadera dicotomía. Por una parte, nunca ha habido tanta lamentación, queja protesta sobre nuestra realidad y, por otra parte, el examen de las estadísticas muestra que en general experimentamos mejoras considerables en la mayoría de los ámbitos.

El aumento desmesurado del coste de la cesta de la compra; la falta de viviendas disponibles, tanto en propiedad como en alquiler y el nivel escandaloso de los precios correspondientes; la precariedad de muchos empleos; el mal clima existente en distintos ámbitos de trabajo, con consecuencias en la salud mental de importantes colectivos; el gran número de suicidios, sobre todo entre los jóvenes; las dificultades para llegar al final de mes para un importante colectivo de la población, a pesar de la seriedad de su espíritu de ahorro etc. La sociedad vasca no sólo sabe que todo ello es verdad, sino que lo puede constatar cada día que pasa en propia carne o al acercarse a algún familiar o amigo.

Pero no menos verdad es que no ha habido manera de reservar una mesa en los restaurantes durante estas fiestas de Navidad o fin de año. Algo parecido ha ocurrido con los vuelos hacia los destinos más exóticos. Si otros años ha faltado la nieve en las estaciones de esquí, parece que este año lo que faltan son las plazas de hotel. Las ventas de alimentos costosos para estas fiestas han superado las de años anteriores. Finalmente, según los sondeos, el 75% de la población está satisfecha en general con las condiciones de trabajo y las condiciones sociales de su vida. Todas estas afirmaciones también forman parte de la realidad de Euskadi.

Y sobre todo, no creamos que en el pasado todo era mejor, que en nuestros días todo va a peor. Denunciamos, con razón, las guerras en Ucrania, Palestina, Siria o Sudán. Pero la lista de las guerras que hemos padecido en el siglo XX es interminable, habiendo provocado la muerte de cerca de 100 millones de personas, cuando hoy estamos hablando de 50 000 muertos en Gaza. Toda pérdida de una persona, militar o civil, víctima de cualquier guerra, es inaceptable, fuente de dolor para toda una familia y empobrecimiento de su país.

2 Interpelados y conmovidos. La política de nuestro País y de España deberá tener como objetivo mantener las buenas perspectivas generales actuales y mejorar las condiciones del colectivo más desfavorecido. Sin embargo, demasiado a menudo contemplamos, en el Congreso de los Diputados o el Senado, espectáculos bochornosos de insultos donde nadie escucha lo que dice el adversario porque está ya pensando en una réplica irónica e hiriente que hará las delicias de su grupo político, así como de los lectores o televidentes. Como en tiempos pasados, los deportes y las series televisivas recogen la mayor audiencia, constituyendo o favoreciendo el opio de nuestra sociedad.

Mientras sucede todo esto, la vida sale a nuestro encuentro y nos recuerda que aumentan quienes pasan hambre, que el cereal y los productos agrícolas del Sur piden ayuda para mantener su precio, que la emigración no disminuye,… Y ante este panorama, seguimos desoyendo el grito de la Tierra, clamando que esta situación es insostenible.

Somos interpelados y conmovidos por la realidad. Ante esta situación no podemos quedarnos impávidos, como si nada sucediese. Un pueblo solidario debe superar el inmovilismo y el individualismo. Abrir el periódico o recibir las últimas noticias en el móvil, implica no sólo enterarse y tomar conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor, sino además, en la medida de lo posible, comprometerse para la solución de los problemas que nos rodean. Ante necesidades urgentes o situaciones vividas, como la Pandemia o la tragedia de Valencia y otros lugares, son muchas y muchos los que han sido capaces de comprometer su tiempo, su energía y su ayuda a los demás. Ello nos ha demostrado que la solidaridad efectiva es posible, pero que todavía tenemos un largo camino que recorrer en la construcción de una convivencia social saneada, en la praxis política democrática, en la reforma laboral y fiscal y en todas las relaciones humanas cualesquiera que éstas sean.

Aunque a más de uno le parezca mentira y le provoque una sonrisa despectiva: no siempre gana Goliat…, también gana el pequeño. Por todo ello, desde ETIKER deseamos un próspero, solidario y feliz año 2025.

Etiker son Patxi Meabe, Pako Etxebeste, Arturo García y José María Muñoa