Tras seis años de sequía europea, el jueves pude ver el primer partido del Athletic en UEFA con mis hijos. En algún momento incluso habíamos llegado a plantearnos hacer una visita exprés a Roma. Hubo tortilla de patata, camisetas rojiblancas y cierta (bastante) emoción. Disfrutamos con el juego, a rachas, del Athletic y llegamos a la conclusión de que compitiendo así es posible que allá por mayo juegue la final en San Mamés. Pero todo se empañó con lo de las bengalas y, sobre todo, cuando escuché: Aita, es que son los nuestros. Hemos decido llamar a esos vándalos bengalos y estar muy muy lejos de ellos.