Pleitos y confusión
A mes y medio de las elecciones norteamericanas, es casi imposible predecir quién las va a ganar, en medio de una situación más confusa aún que los comicios de 2016 cuando Hillary Clinton perdió ante Donald Trump.
El panorama electoral este año parece aún peor: las apelaciones y acusaciones empezaron ya meses atrás, pero además se acumulan las complicaciones por el sistema de voto adelantado y por correo, instaurado en los comicios de 2020 ante las limitaciones del covid.
Desparecida la pandemia, las empresas empiezan a exigir que sus empleados acudan a las oficinas y retornen a los hábitos anteriores, pero no ocurre otro tanto con las elecciones, a las que se suman las sospechas acumuladas en los últimos cuatro años.
Porque ambos partidos quedaron resentidos tras las elecciones de 2020: los republicanos, porque una buena parte del electorado no aceptó la derrota de su candidato y muchos seguidores de Trump siguen creyendo como él que les robaron la elección y quienes admiten que el candidato demócrata Joe Biden ganó, consideran que la maquinaria del partido en el poder abusa de los medios legales a su alcance para influir en el proceso electoral.
Los demócratas, en cambio, consideran que Trump no es un candidato válido por sus problemas legales, aunque en realidad ya no lo consideraban válido cuando ganó las elecciones por su personalidad prepotente.
Los dos recientes intentos de asesinato de Donald Trump representan para muchos republicanos una prueba de que la campaña del gobierno -y no digamos la mayoría de los medios informativos- contra el expresidente ha soliviantado los ánimos, eliminado la moderación de la palestra política y abierto el camino a personas radicalizadas que pueden causar mucho daño debido al fácil acceso a las armas de fuego en Estados Unidos.
Mientras ambas partes exhiben sus quejas y resentimientos, tanto en el escenario político como el judicial, el proceso electoral da muestras de inestabilidad y promete presentar nuevos conflictos después de las elecciones de noviembre.
El incidente más reciente ha sido la pelea entre Robert Kennedy Jr., sobrino del asesinado presidente John Kennedy, y la comisión electoral del estado de Wisconsin: No es que Kennedy protestara porque ocultaban su nombre, sino porque todavía aparecía en las papeletas de voto a pesar de renunciar a su candidatura el mes pasado para apoyar a Donald Trump.
La disputa llegó ya a los tribunales de Wisconsin, donde un juez rechazó la petición de Kennedy para que su nombre fuera eliminado de las papeletas, pero un tribunal de apelaciones dijo lo contrario. Pero esta segunda sentencia llegó cuando miles de papeletas han sido ya enviadas y el cambio representaría un gasto para imprimir y reenviar nuevos formularios, además de la corriente confusión para los votantes.
Kennedy parece considerar que los votos en su favor reducen los que recibiría Trump, pero la disputa ilustra los problemas creados por el sistema de voto instaurado durante la pandemia: la gente puede votar fácilmente por adelantado y por correo lo que, además de los posibles riesgos de fraude, complica todo el proceso como ha ocurrido en Wisconsin.
Intimidaciones e intentos de asesinato
El fraude no es el único problema, sino que se le suma también la violencia: a los dos intentos de asesinar al expresidente Trump, hay que sumar las intimidaciones de líderes demócratas contra el Tribunal Supremo cuando las sentencias han favorecido alguna tesis republicana. Algo que no solo afecta el clima político, sino también aumenta por el riesgo de violencia. El último acto ha sido de un residente de Alaska, de 73 años, inflamado por las críticas contra los magistrados conservadores del Supremo, a quienes ha mandado amenazas más de 450 veces y está ahora detenido esperando juicio.
Pero la mayor confusión afecta seguramente a los candidatos: las encuestas siguen mostrando una carrera muy igualada, con unos 3 puntos de diferencia en uno u otro sentido.
Es tan inexplicable para Trump como para Harris: Trump debería beneficiarse de la escasa profundidad e historial político de su rival, pero desde que la campaña adquirió velocidad no ha dejado de cometer errores y de caer en sus frecuentes monólogos para mostrar su resentimiento y denigrar a sus rivales.
En cuanto a Harris, parece que todo el entrenamiento recibido en su curso de formación acelerada para la presidencia, no ha dado aún sus frutos: la candidata sigue sin dar entrevistas más que a simpatizantes y grupos reducidos, sus mensajes se limitan a leer lo que está escrito en pantalla y las pocas veces en que responde espontáneamente, sus declaraciones tienden a ser repetitivas y fuera de contexto.
Un ejemplo es su interés por el césped, pues repetidamente contesta a preguntas acerca de sus ideas políticas recordando que los vecinos de su infancia se sentían orgullosos del césped en sus jardines. Algo que probablemente tan solo garantizará el voto de los jardineros.