Un articulo de Tasio Erkizia -“El problema es Llarena, no Puigdemont” (Vilaweb, 24/8)- sirve de excelente pretexto para opinar sobre un tema que lleva tiempo inquietando a muchos catalanes, y seguramente a no pocos vascos: las deterioradas relaciones entre independentistas de una y otra nación. Tanto en Catalunya como en Euskal Herria han aparecido focos nocivos de incomprensión -sin duda, nacidos de percepciones erróneas propagadas por las fake news y el relato imperante- que indignan por lo maniqueo y entristecen por la falta de esa complicidad mutua más amplia y generosa que hubo entre catalanes y vascos en tiempos de menos ofuscación. 

El artículo de Tasio parte de la constatación que la caverna mediática española no solo consigue intoxicar a la opinión pública española respecto a Catalunya sino que hay una parte del propio independentismo vasco que indirectamente se deja seducir por ese relato cavernario. También resulta chocante pensar que una parte de esa turbulencia la alienta un sector del propio independentismo catalán que siempre dio la triste impresión de haber confundido el Proceso independentista con un mero atajo para alcanzar la deseada hegemonía política. Sin duda, ha podido contribuir a ello una mala interpretación de unas declaraciones de Arnaldo Otegi sobre la aparición del president Puigdemont en Barcelona el pasado 8 de agosto. Y es en este sentido que Tasio nos reconforta con un articulo que se libra de esas malintencionadas perturbaciones.

Por mucho que intentemos huir de cualquier tipo de mesianismo y seamos conscientes de que en siete años de exilio -se dice pronto- Puigdemont haya podido tener más o menos aciertos, ridiculizar su reciente visita a Barcelona es un acto indigno e injusto que los demócratas debiéramos dejar para un campo españolista que -por cierto- para nada ridiculiza a sus jueces prevaricadores cuando imponen ilegalmente sus propias apetencias políticas a la Ley de Amnistía establecida por el poder legislativo. ¿A qué demócrata libre de prejuicios nacionalistas le puede resultar remotamente satisfactorio mofarse de un presidente perseguido por haber organizado un acto tan democrático como un referéndum? Si tan ridículo y criminal les parece, que empiecen a preguntarse porque ni Bélgica, ni Alemania, ni Francia, ni Italia accedieron a extraditar a Puigdemont cuando Llarena se lo pidió.

Es por eso que a muchos catalanistas nos ha gustado que Erkizia haya proclamado en su artículo que “la última aparición en Barcelona y posterior escapada (de Puigdemont) que algunos han ridiculizado,yo la catalogo como un acto de dignidad y coherencia”. ¿Cómo interpretarla de otra manera cuando el President lleva siete años de exilio poniendo en jaque a un sistema judicial corrupto que se jacta de haberse sustentado en el lawfare, el Pegasus, el Catalangate y la Policía Patriótica para sofocar una causa perfectamente democrática y pacífica como la catalana? Erkizia alaba la trayectoria de Carles Puigdemont con otra frase muy justa: “es de justicia valorar la actitud de Carles Puigdemont, que más allá de sus aciertos y errores, es un símbolo de la resistencia y la confrontación con el Estado español. Y estos dos valores son pilares fundamentales para la liberación de las naciones”. 

Me resulta imposible acabar este artículo sin una reflexión más amarga, pero no menos necesaria. Sin querer para nada hacer de abogado de Junts -que también debe cambiar muchísimas cosas si quiere liderar el independentismo como pretende- sinceramente creo que los amigos de Bildu deben dejar de ver Catalunya a través de los anteojos de Esquerra Republicana. Las razones estratégicas que pueda tener Bildu por apoyar a Sánchez nada tienen que ver con el lamentable espectáculo que ha dado Esquerra en Catalunya. Porque Esquerra -que, por cierto, por algo ha pasado de 34 a 20 diputados de una tacada- ha vendido nuestro país al PSOE de una forma absolutamente vergonzosa e inexplicable, no se puede calificar de otro modo. Ha facilitado a la primera un Govern que haría parecer como positivamente “abertzale” al de Patxi López en Lakua, con su inclusión de elementos hostiles a la lengua catalana yun consejero de Exteriores que ya anunció que a Catalunya se la debiera retirar del escaparate europeo, cosa que ya se desvivió en intentar como alto funcionario de la UE. Ah, y quien sueñe conque Esquerra ha facilitado un Govern de izquierdas que sepa que quien dirigirá la Sanidad en Catalunya se ha caracterizado como firme partidaria de la privatización. El partido que se ha esforzado en vender Catalunya al unionismo supuestamente progre -de una forma que creo impensable que Bildu hiciera en EH- ha preferido actuar de forma cainita contra Junts, permitiendo que del partido de Puigdemont se vendiera una falsa imagen de “racista” y “de derechas” cuando no ha puesto ninguna objeción que Illa haya incorporado en su Govern a ex miembros de CiU situados bastante más a la derecha que el actual Junts. Por cierto, también habría que aclarar que la posición de este partido respecto a la inmigración no difiere tanto de la expresada por Otegi en ETB el pasado día 23 de agosto. Es hora, pues, de que vascos y catalanes se vuelvan a mirar a los ojos descartando la imagen deformada de nosotros mismos con la que unionistas y sectarios nos pretenden confundir. Efectivamente, Tasio, ¡el problema es Llarena, no Puigdemont!