Como en la primera, o en la segunda guerra mundial o todas las que asolaron el continente europeo desde antes de que la historia se escribiera, la destrucción provocada por los invasores ha llevado a Europa un sinfín de sufrimientos, destrucción y pérdidas económicas.

Y ha ocurrido constantemente: ya sea por guerras de religión, dinásticas o imperiales, la paz no ha sido lo habitual hasta los últimos tres cuartos de siglo, en que la llamada “pax americana” llevó bienestar y seguridad a una parte del continente, más ocupado en enriquecerse que en guerrear, mientras que la otra parte tuvo poco bienestar, pero tampoco tuvo guerras. 

Visto desde Estados Unidos, las guerras son cuestiones de ultramar, o al menos de fronteras para fuera. Ha habido excepciones, como la sangrienta guerra civil, o las luchas en el sur contra México, o para lograr la independencia frente a Londres, pero lo habitual es que en este país la única violencia sea la producida por delincuentes o por pistoleros que tratan de tomarse la justicia por su mano. 

Aunque esta violencia sea mucho mayor que la conocida en Europa, donde al no existir tantas armas de fuego los daños son mucho menores -un puñal es menos eficaz que una pistola- el ciudadano que quiere vivir en paz en EE.UU. y tiene medios para protegerse, no ha de temer incursiones de vecinos o de países alejados.

Estados Unidos está muy lejos de todos, excepto de Canadá y México y aún para estos vecinos adentrarse en su territorio requiere largos viajes y esfuerzos.

Vuelve el temor al gigante del Este

Ahora, en que nuestro continente europeo vive la etapa de paz más larga que nunca, las cosas amenazan con volver a lo que habían sido antes de esta: Gentes que llegan de todas partes, poblaciones desarraigadas y, nuevamente, el temor al gigante del Este, que ya había impuesto un régimen totalitario a su población el siglo pasado y lo extendió luego a sus vecinos, convertidos en “satélites” soviéticos. “¡Señor Gorbachov, derribe este muro!”, dijo el entonces presidente norteamericano Ronald Reagan hace más tres décadas ante la Muralla de Berlín. El muro cayó por sí solo, arrastrado por la propia debilidad económica de Moscú.

El florecer y renacer de los países que habían sido “satélites” ha marcado casi cuatro décadas, con su ingreso en la Unión Europea y la alianza defensiva de la OTAN. 

Pero las nubes están volviendo con los vientos que soplan por Ucrania y que estremecen ya a vecinos como Rumania o países del centro de Europa y han empezado ya a notarse en Moldova. 

Recordemos que el imperio soviético llegó nada menos que hasta el corazón de Europa donde ocupó media Alemania y neutralizó a países escandinavos. El recuerdo es tan próximo y, para quienes vivieron aquella época, tan doloroso, que las democracias europeas parecen de repente dispuestas a gastarse parte de sus ahorros -y quizá de su bienestar- para enfrentarse al gigante de las estepas y tierras congeladas en la nación más extensa del mundo.

EE.UU. aprovecha su ventaja geográfica

La ventaja estratégica que la geografía da a Estados Unidos vuelve a ser evidente. De una forma más trivial lo vemos en los ejercicios económicos de las líneas aéreas: si en este país están viviendo una bonanza sin precedentes, con subidas de precios constantes y con los pasajeros apiñados en sus aviones rellenos, su colegas europeos no lo tienen tan bien: es cierto que el apetito por viajar ha crecido también en Europa, pero a diferencia de los norteamericanos, protegidos por dos océanos, los europeos se han de preocupar por drones y posibles excursiones militares, además de enfrentarse a la relativa parálisis en transportes comerciales que esto podría suponer, cuando esperaban que sus economías salieran de la prolongada crisis provocada por la pandemia.

Así, a pesar de todos los avances económicos de las últimas ocho décadas y de un bienestar sin precedentes, Europa vuelve a sus problemas milenarios y el joven gigante americano parece recuperar la situación de primacía de que ha gozado desde la Segunda Guerra Mundial: Rusia sigue sumida en sus problemas internos y su economía no despega, mientras que China, que le tocaba los talones para convertirse en la primera potencia mundial, se ha rezagado económicamente y compensa sus avances en poderío militar con crecientes tensiones internas.