Hoy se cumplen dos semanas desde que Hamás cambiara el curso de la Historia al lograr entrar en Israel y atacarla salvajemente como solo un grupo terrorista sabe hacer. Habrá quien asegure que hablar del cambio del curso de la Historia puede parecer exagerado. No lo creo así. Asistimos en vivo y en directo a una guerra que introduce un elemento diferenciador con respecto a otras: la permisividad al ahogamiento que Israel está generando a la población en la Franja de Gaza. El bloqueo a la ayuda humanitaria que debe asistir a la población civil palestina, y a sus hospitales, ha generado una cuenta atrás macabra de la que somos plenamente conscientes de cómo terminará. La ONG Médicos sin Fronteras advierte de que los hospitales no podrán continuar con el funcionamiento de incubadoras o enfermos asistidos si se acaba el fuel con el que generar energía; la Agencia de la ONU para refugiados palestinos avisa de que los veinte camiones de ayuda cuya entrada todavía sigue pendiente son una ridícula concesión dado que se necesitarían más de cien para poder atender a los dos millones de personas que se encuentran en la Franja. Y así, suma y sigue, mientras Israel continúa bombardeando Gaza. Así que, sí. Estamos ante algo distinto por horrible en la permisividad y en la ejecución. La aplicación más severa por elevación de la Ley del Talión fuera de control de la ONU, a quien tampoco se permite el acceso a Gaza, al igual que a los periodistas. Mi recuerdo más especial para estos últimos. Según el Comité para la Protección de Periodistas, en 12 días han muerto en la Franja 21 periodistas, ocho están heridos y cuatro han sido detenidos. Acallar sus voces también formará parte de la estrategia de Israel para que no se sepa nada de lo que ocurre en la Franja. Y cuando ya no haya voces de denuncia, entonces sí, estaremos en otra página de la Historia, quizás la más terrible de todas.