La vida muchas veces se compone de una decisión tan fácil -y a la vez tan difícil- de elegir. Escoger entre ser un salmón, que lucha contra la adversidad convencido de que a donde tiene que llegar es su opción, o un magnífico bonito que se ve capturado a pesar de estar en un banco de peces. No siempre seguir a la masa garantiza librarse de la red. El grupo siempre es aval de protección pero, en ocasiones, arriesgar y remontar el río a contracorriente puede llevar a la diferencia. Es cuestión de elegir. Eso mismo pasa hoy con las opciones políticas. En tiempos como los actuales puede resultar fácil sumarse a ese discurso alimentado por ciertas voces que solo hablan de todo lo mal que va todo, valga la redundancia. Residencias, salud, educación, empresa, atención, gestión, mi barrio, los accesos. Visto en su conjunto, es un más a más pero no todo nos sucede al mismo tiempo. Nadie tiene en sí garantizada la felicidad total pero evitar caer en la trampa de que hemos perdido calidad de vida es una responsabilidad individual, que no colectiva. Y es la persona única en sí misma la que tiene potestad para depositar la papeleta en la urna y decidir qué elegir. Hemos alcanzado el ecuador de la campaña electoral. Frases y reflexiones ya tenemos para poder ver qué queremos para los próximos cuatro años. Para quien ande despistado, y aunque el PP lo incluya en sus discursos, ETA ya no existe. Anunció el cese definitivo de su actividad armada en 2011 y su disolución en 2018. Lo que quedan son sus efectos, muy presentes en el dolor de las víctimas agraviadas por la inclusión en las listas de EH Bildu de personas que han cumplido penas por delitos de sangre. La oferta, por tanto, está encima de la mesa y capacidad de pensar para elegir tenemos de sobra, aunque a veces el calor que nos ofrece el banco de bonitos nos arrastre hacia ese dejarse llevar. Es cuestión de elegir el 28 de mayo donde, por cierto, y si alguien sigue en el despiste, los sindicatos tampoco concurren. l