Hace unos días una cantante vascade reguetón participó en un acto de Beatriz Artolazabal (candidata del PNV al ayuntamiento de Vitoria). A los pocos días la cantante (de quien no daré el nombre para no victimizarla una vez más) pidió disculpas, porque no quería “mezclarse” con ningún partido político. Es decir, a partir de ahora no tomará parte en ningún acto de ningún partido político, pero sí podrá aparecer en actos del Gobierno de Rusia, del Vaticano, de El Corte Inglés, de Zara, de Chanel, de Ferrovial o de quien a todos los parió.

Este acto de humillación pública me recuerda a lo que hizo la Banda de los Cuatro durante la Revolución Cultural china de 1966-1976. No solamente criticaban en público a las personas que hacían su trabajo (personal médico, enseñante…), sino que obligaban a todas ellas a reconocer su “error”. ¡Qué asco!

Yo no critico a la cantante por lo que ha hecho, puesto que eso implicaría pedir a alguien ser un héroe, cuando lo que quiere cada cual es vivir dignamente de su profesión, sea quien sea la contratante (BMW, BBVA, SANTANDER, FERROVIAL y un largo etcétera). Además, solo esta persona sabe la presión que ha recibido para sentirse en la obligación de hacer pública su disculpa: ¿Por qué? ¿Ha cometido algún delito? ¿Ha realizado algún acto deshonesto? ¿Ha pedido el regreso a casa de alguna persona que ha cometido algún asesinato, secuestro o extorsión?

Seguramente, el individuo (en el sentido biológico de la palabra) ejercería de Nostradamus con nuestra cantante vasca (de casa, vamos), y le pronosticaría que, si no se disculpaba públicamente, lo iba a tener difícil para cantar en las fiestas de ciertos pueblos de Euzkadi sur (y acaso del norte). ¡Qué asco!

Y yo me pregunto: ¿Estos individuos mezquinos, ruines y miserables, de estar en el poder, permitirían lo que a ellos se les permite? Porque en todos los regímenes totalitarios solo hay un partido político y un sindicato. Todos los demás son ilegales. Ellos reclaman la participación para ellos, pero se la niegan a quien piensa diferente. ¡Qué asco!

El 20 de octubre de 2011 se puso fin a la eliminación física de las personas que pensaban diferente, pero el terror no acabó con el asesinato, el secuestro y la extorsión, la amenaza difusa y oscura, la “sugerencia de lo que debes y no debes hacer” y el “atente a las consecuencias” siguen marcando nuestra vida vecinal y municipal de una manera u otra. Todo esto es una forma de terror sutil, muy dañina para las personas que la sufren, porque estas no tienen ni siquiera defensa jurídica. Sobre todo, porque dichas víctimas prefieren renunciar a sus derechos inalienables a tener que pelear en su casa, en su barrio, en su pueblo, con quienes siguen mandando en el “lumpen” de nuestra sociedad. ¡Qué asco!Sí, lo digo claramente: LUMPEN, en el sentido estricto de la palabra, porque esos individuos no van a clase cuando se enseñan valores y, lo que a mí sí me avergüenza, no somos capaces de pararlos. ¡Qué asco!