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Abrazos desmedidos

Gracias a la estrategia del PSOE, Vox tiene más diputados de los que hubiera soñado

Abrazos desmedidos

ME impresionó el abrazo que se dieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Y por lo que se dice por ahí, parece que no soy la única sorprendida por esas muestras, a mi entender, exageradas en un contexto de acuerdo político.

Como mucha otra gente me hago unas cuantas preguntas que deberían contestar, aunque jamás lo harán. ¿Cómo es posible este teatro cuando nos han llevado a otras elecciones, en las que, encima, han empeorado sus resultados? ¿Qué diferencias había antes, y no las hay ahora, entre Podemos y el PSOE para habernos tenido un montón de meses de desgobierno?

Gracias a la calculada estrategia del PSOE de alargar la indefinición y someternos a otra contienda electoral para conseguir acabar con otras fuerzas, tenemos a la ultraderecha con más representación de la que hubiera soñado hace pocos meses. Y soportamos que los derechos civiles, políticos y nacionales sean cuestionados hasta la extenuación; siendo Catalunya y Euskadi, nuevamente, maltratadas y utilizadas en su juerga española.

Las voces nostálgicas del franquismo, hoy ya activas en la política española, pueden ser para algunas personas una anécdota, una rara avis en el escenario político, e incluso para hacer chistes en espacios televisivos y mensajes de whatsapps, pero su presencia negadora de los derechos recuperados -al menos en parte- tras la dictadura es un peligro a tener en cuenta. Ya son varias las agresiones en su nombre contra espacios y mujeres feministas en Bilbao y Madrid.

Gracias a ese cálculo frívolo y a un asesoramiento inexplicablemente malo a Sánchez (merece el despido automático) y que, además, le ha salido mal, tienen más de cincuenta escaños. No es baladí aguantar sus discursos que enrarecen y radicalizan la convivencia: va mucho más allá porque, como ustedes saben, con ese número de parlamentarios y parlamentarias pueden interponer recursos de inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional y torpedear la vida política. Así lo marcan los artículos 161 y 162 de la Constitución de 1978.

Y eso les da la opción de paralizar leyes y decisiones que nos afectan, tanto en el ejercicio democrático de los parlamentos y gobiernos como en nuestra vida diaria. Intentarán hacer imposible la acción política, pero también podrán ser la disculpa para no cumplir hipotéticos acuerdos del Gobierno con otras fuerzas políticas.

El candidato Sánchez ahora exige generosidad al resto, dando por hecho que le facilitarán su investidura votándole o absteniéndose. Es cierto que la amenaza de un gobierno de la derecha mediatizado por Vox pesa mucho, pero los apoyos deben ser a cambio de compromisos políticos respetuosos con quienes le permitan acceder a la presidencia. Apoyo sí, pero con cambios sustanciales en el modelo de estado y para el desarrollo de la democracia, parando a quienes quieren debilitarla.

Sanchez será presidente y ¿después? A nadie se le escapa que la situación es muy compleja: su alianza con Podemos puede ser de tensión permanente con una fuerza política no acostumbrada a la gestión de la res publica y con unas bases que no parecen dispuestas a plegarse a las razones de los grupos de presión económicos.

Cuando pienso que Pedro quiere gobernar me viene a la cabeza una coplilla del XIX y, dicen, contra la reina regente María Cristina (aquella con la que se lio la primera Guerra carlista): “María Cristina me quiere gobernar, y yo le sigo, le sigo la corriente?”.