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Desacuerdos y desgobiernos

Se celebraron elecciones en primavera. Se eligió un parlamento con amplia diversidad de partidos. No hay mayorías parlamentarias suficientes para formar gobierno y ningún partido es capaz de liderar una alianza, un acuerdo o una coalición capaz de obtener esa mayoría. Se cruzan insultos, se escenifican disputas que cada vez parecen tener menos que ver con diferencias ideológicas de fondo o con diferentes propuestas políticas para la legislatura, y más que ver con intereses de partido o, aún peor, intereses personales de sus líderes. Entre algunos líderes se pudren las disputas viejas y los rencores irreconciliables. Se deben repetir las elecciones a los pocos meses haciendo a los electores volver a la urnas. El segundo resultado repite las mismas claves, con ausencia de mayorías claras, pero ahora con una situación tal vez agravada, puesto que las desconfianzas mutuas han aumentado y las posiciones ya tomadas en los meses de disputas imposibilitan planteamientos limpios, creíbles y fiables. No no estamos hablando del Parlamento español. Hablamos de Israel. Las primeras elecciones de abril de este año, las elecciones de esta semana en Israel no han aclarado demasiado el panorama. El general Benny Gantz, al frente de la alianza liberal Azul y Blanco ha sido el partido con más parlamentarios, pero muy lejos de la mayoría requerida. En un espectro político como el Israel, su perfil liberal se puede entender como centrista y por lo tanto puede recabar el apoyo de los laboristas. Muy cerca ha quedado el más derechista Likud, el partido el actual primer ministro Benjamin Netanyahu, quien puede sumar los apoyos de los grupos ultraortodoxos, ultrareligiosos y ultraderechistas, sin terminar aún así, salvo sorpresa de última hora, de completar la mayoría necesaria.

Netanyahu, asediado por los casos de corrupción que parecen involucrarle personalmente podría ser favorable a una alianza entre los grandes partidos siempre que garantizara su impunidad o su protección frente a los procedimientos que le aguardan. Gantz no parece entusiasmado con la idea de cambiar su triunfo por un acuerdo que le ata las manos.

La minoría árabe, tradicionalmente arrinconada y excluida, podría tener una oportunidad de ser necesaria e incluida en alguna forma de modelo de gobernanza. Pero parece difícil que el general Gantz, responsable de algunas de las actuaciones militares más duras en el conflicto, sea la persona capaz de crear confianza y apertura. Podría ser una oportunidad de ir revisando la deriva religiosa del estado, una oportunidad de integrar en el estado lógicas más laicas y flexibles. Una oportunidad de buscar ciertos acercamientos, sí, tímidos, imperfectos, minúsculos, pero acercamientos al fin y al cabo.

No, no me llame ingenuo. Tampoco yo termino de creerlo. Cabe la posibilidad de un acuerdo que cubra las necesidades partidistas de los dos primeros grupos y de sus líderes. Cabe la posibilidad de que alguno de los grupos de derechas aún reticentes termine por apoyar a Netanyahu. Cabe la posibilidad de que un nuevo conflicto -provocado por el enemigo o prefabricado al efecto desde dentro- unifique al país en torno al enemigo común. O cabe la posibilidad de una tercera convocatoria de elecciones.

Al menos tienen un presidente con mayor margen de mediación que nuestro rey.