Brexit’, China, euro o unión bancaria, son, entre otros, los problemas que se acumulan a las puertas del palacio Berlaymont, sede de la Comisión Europea, y a tan sólo dos meses de una nueva cita con las urnas para elegir a los 751 miembros del Parlamento Europeo. En realidad, lo que está en juego es el futuro de un proyecto europeo que, iniciado bajo con sentimientos de solidaridad y paz, pretendía reconstruir el continente tras la Segunda Guerra Mundial, Pero se mueve en un escenario grotesco por la visión cortoplacista y populista de quienes dirigen los gobiernos de sus países miembros.

Hace dos semanas traíamos a esta columna (Europa se oscurece) las malas previsiones de la economía europea. Hoy podemos comprobar hasta qué punto esos dirigentes, que se han pasado dos días en Bruselas debatiendo y especulando sobre el futuro de los europeos, están realmente preocupados por los temas que se amontonan en la bandeja de ‘pendientes’. Pero antes una precisión: El proyecto europeo es complejo, como no podía ser menos, ya que estamos hablando de una unión entre países que han vivido separados e incluso enfrentados durante siglos. Ahora bien, la complejidad no es el problema de la UE, sino la falta de un criterio común, compartido y consensuado que provoca confusión y perplejidad en la ciudadanía europea. Es decir, estamos ante un escenario caótico por la anarquía de sus propios dirigentes.

Desconcierto Un buen ejemplo lo hemos vivido en la cumbre europea celebrada la pasada semana, en la que los jefes de Estado y de Gobierno de la UE han preparado la reunión con China del próximo 9 de abril, comprometiéndose a reforzar su política industrial, de competencia y comercial para hacer frente al creciente poder a escala global de China, a la que reclaman un mayor acceso a sus mercados para las empresas europeas. “Nuestro objetivo es conseguir una relación equilibrada que garantice una competencia justa e igualdad de acceso a los mercados”, dijo sobre la cita bilateral el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una rueda de prensa al término de la cumbre.

Pues bien, pocas horas después, el presidente italiano, Sergio Mattarella, recibía al presidente chino Xi Jinping que firmó, junto al primer ministro italiano Giuseppe Conte, un memorando de entendimiento sobre el proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda, el cual ha generado recelo en Occidente. Se trata de un acuerdo que contempla inversiones chinas en los puertos italianos, en la banca y la construcción y en el comercio de productos agrícolas. Es decir, Italia, país que sufre actualmente una grave crisis financiera, prioriza sus intereses en detrimento de los de la UE a la que no solo pertenece, sino que es uno de los seis miembros fundadores.

Así pues, Giuseppe Conte firmó el viernes el compromiso europeo para hacer frente a la amenaza china y 24 horas más tarde firmaba con China el acuerdo que fortalece esa amenaza. Alguien podrá argumentar que hacen bien porque están en su derecho a la hora de defender los intereses italianos, pero si se pertenece a un ‘club’, como es el que se firmó en Roma en 1957, lo correcto será trabajar en unión con ese club y respetar sus decisiones, porque como muy acertadamente dejó escrito Peter Drucker (1909-2005) considerado el padre del Management: “Hacer lo correcto es más importante que hacer las cosas bien”.

Es el legado de un estudioso del ser humano y de la organización del actual sistema capitalista. Muchas de sus ideas y pronósticos, incluida la llegada de la ‘sociedad del conocimiento’, fueron escritas en los años 40, 50 y 60, pero al parecer han caído en el olvido, como también se han extraviado los conocimientos, ideas y objetivos que hicieron posible la UE.

De poco han servido las críticas que el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, a la política económica China, porque no compite con los europeos en “pie de igualdad” y no da el mismo acceso a contratos públicos a las empresas europeas. “Los mercados públicos chinos nos excluyen ampliamente, cuando sería importante que, igual que China puede participar en los mercados públicos en Europa, nosotros pudiésemos hacer lo mismo en China”, insistió.

Comprobado el desorden y la falta de seriedad de los dirigentes europeos, el próximo 26 de mayo veremos cómo la abstención gana en las elecciones europeas.