A la mesa por responsabilidad
HAY sobrados indicios que hablan del deterioro del clima social, de la convivencia en Catalunya. Los incidentes son aún menores pero empieza a haber demasiados. No es solo la pugna por los lazos amarillos que el pasado verano ya dio lugar a más de un problema. No es solo la retirada de un pancarta por los presos en la balconada de un ayuntamiento. No es solo que un energúmeno decida empujar escaleras abajo a un desconocido por el mero hecho de llevar una bandera española. Es eso y mucho más porque quienes deberían asumir la responsabilidad de canalizar los debates hacia la pugna política institucional, asumir las posibilidades y las limitaciones del músculo social que acompaña a cada cual, están sustituyendo el discurso de la convivencia por otro que es una mecha prendida. La mecha que señala enemigos donde debiera reconocer a conciudadanos. Es algo que empieza a destilarse en todos los discursos y que ha sacado a la calle un debate sobre una situación cuya única solución es un ejercicio de política. La tragedia del momento en la política del Estado es que no hay la suficiente altura en los liderazgos. La demagogia está sustituyendo las propuestas por soflamas. Se gestiona con celo el terreno de juego que se considera propio y no se permite que nadie lo comparta. En Euskadi lo hemos experimentado en el pasado y el presente con la utilización de la imagen de las víctimas por parte del PP y de la situación de los presos por parte de la izquierda abertzale. Lo vivido en Altsasu tiene que ver con esa construcción de estereotipos del rival desde la trinchera propia. En Catalunya se están reproduciendo los modelos. Vayan a una mesa; hablen por responsabilidad.