POCA broma. El presunto intento de asesinato del presidente español, Pedro Sánchez, es un hecho relevante y muy grave. Los magnicidios forman parte de la historia desde que el mundo es mundo. Pero casi siempre tienen un origen, un caldo de cultivo ideológico y social que -más allá del estado mental de quien los comete o los planea- impulsa a algún desquiciado a lanzarse al ataque.

En este caso, los Mossos d’Esquadra dan plena credibilidad a los criminales propósitos del hombre felizmente detenido sin haber podido cumplir su macabro sueño. Su ideología pseudofascista y radical, el arsenal que atesoraba, sus conocimientos en armas y en tiro hacen pensar que la cosa iba en serio.

La derecha española -incluida la ultraderecha- lleva un tiempo -en especial, tras la moción de censura que desalojó a Mariano Rajoy- agitando la calle, apelando a los sentimientos más viscerales, tensionando cualquier debate político, llevando el enfrentamiento hasta el límite. Lo hemos visto con la situación en Catalunya -con continuas apelaciones a la mano dura, a aplicar el artículo 155 con toda su contundencia-, con la exhumación de los restos de Franco, con casos como el de Altsasu, etc. El acto protagonizado el pasado domingo por Ciudadanos y Vox en Altsasu es, en este sentido, revelador. La batalla entre ambos partidos por apuntarse el tanto de ser el supuesto objetivo de las pedradas que les habrían lanzado en la localidad navarra tras haber elevado la crispación todo lo que pudieron -ayer lo volvió a hacer el portavoz de C’s- muestra a las claras cuál es la apuesta.

También lo hemos visto en Catalunya, antes, durante y después del 1-O. Por ejemplo, con la retirada de los lazos amarillos, con su actitud hacia los presos políticos y con las continuas convocatorias de exaltación patria en territorio secesionista. Y es que todo ello, con la vergonzosa actitud que han mantenido esas derechas respecto al Valle de los Caídos, forman un cóctel que tras su traslado a la calle resulta explosivo. Ahí surge el franco-tirador -en toda su acepción-, dispuesto a lo que sea para salvar a la patria de tantos enemigos.

Curioso, por cierto, que el asunto no se trate como un caso de terrorismo y se lleve a la Audiencia Nacional, por donde pasan tuiteros, titiriteros, jóvenes que agreden a guardias civiles y personajes de tan peligroso tenor, pero no un tipo armado hasta los dientes y con planes de asesinar a un presidente.

En cualquier caso, buena receta la sugerida por Sánchez ante tanto ruido: “Sosiego, serenidad, normalidad y trabajo”. Empezando por él mismo, claro.