LOS cachondos de ahí arriba se lo pasaron bomba, natural, pues allá, como en Anoeta, se le tienen ganas al Athletic por razones diversas que obvio recordar. Así que la hinchada del Alavés despidió la temporada en Mendizorrotza a lo grande, con la permanencia sólidamente asegurada y encima sojuzgando al equipo bilbaino, que acabará como colista entre los cuatro clubes vascos de la categoría. Lo de la pancarta tiene su aquel, pues realmente no estaban muertos sino de parranda, y de las gordas. Es curioso. Cuando el Pitu Abelardo se hizo cargo del equipo, cumplida la decimotercera jornada, el Alavés era último y estaba medio amortajado, con seis puntos, mientras que el Athletic con trece ocupaba la decimosexta plaza, la misma que ahora, luego se puede deducir que el conjunto de José Ángel Ziganda ha porfiado en la mediocridad con una regularidad pasmosa. Estuvo bien que un secreto a voces como es el futuro del técnico navarro se hiciera oficial el pasado jueves al amparo de un ambiente edulcorado por la victoria frente al Betis, de los mejores recuerdos que quedarán de una campaña para olvidar. Tener un entrenador que además ejerce de amigo debe ser duro en la firma del despido, porque se añade una cuestión sentimental en el relato del fracaso.
Sin embargo lo que se barruntaba como una despedida cadenciosa, sin nuevas estridencias, se torna de nuevo convulsa, macerada con otra oda al ridículo. Hasta Kepa Arrizabalaga, de los pocos valores fiables, protagonizó un error grosero y Zanetti le sacó punta poniéndole mucha sorna en el festejo del gol, para regocijo de una afición que definitivamente estaba de parranda. Luego vino el gesto de Ibai Gómez con el tercero, que no celebró, constatando que para nada habría desentonado, más bien al contrario, entre la nómina de centrocampistas que actualmente languidecen en la plantilla rojiblanca.
Ha sido un fin de semana verdaderamente amargo para el deporte vizcaino. El sábado perdió el Athletic, vaya novedad, pero también lo hizo Elezkano frente a Olaizola II en la semifinal del Manomanista. Del fracaso no se libró ni el fabuloso Jon Rahm, que se hundió en la tercera vuelta del prestigioso torneo The Players de la PGA.
Ayer supimos que el Jolaseta culminó su descenso de la máxima categoría de la Liga Iberdrola de hockey y sí, es cierto, el Bilbao Basquet se despide de la ACB aunque aún confíe en la magia de los despachos, esperando que un apaño se remedie a la inoperancia en la cancha.
Para buscar un atenuante a tanta decepción pongamos que Mikel Bizkarra (Euskadi Murias) ganó la tercera y última etapa de la Vuelta Ciclista a Aragón o que las chicas del Athletic le dieron una tunda (1-4) a las de la Real en el mismísimo Anoeta, donde aún retumbaba el jubileo montado la víspera para despedir como se merece a Xabi Prieto, y no sé por qué el Athletic no se apresuró ese mismo día en anunciar que le otorga su próximo One club man, porque seguro que se lo dará, ¿verdad?, dando así un golpe de efecto tan elegante como audaz.
No de momento. Quizá porque Urrutia está distraído, en plena digestión de la peor temporada desde que ocupa el sillón presidencial y meditando qué debe hacer para ponerle remedio, amén de elegir a un nuevo entrenador.
Ha sido un fin de semana verdaderamente alucinante. En plena debacle deportiva brota un oasis en el corazón de Bilbao con el rugby como pretexto. La ciudad se engalana y aquello parece Villar del Río en Bienvenido, Mister Marshall, solo que en vez de folclóricos andaluces en meseta castellana es el balón ovalado y sus circunstancias quien toma la dimensión de un espejismo. Un gentío al reclamo de cuatro clubes diferentes nos visita plácidamente y uno se pregunta por qué demontres los Herri Norte y hordas afines no viven el deporte con parecido estilo en vez de utilizar el fútbol como su abyecta excusa.
La experiencia resulta estupenda, los amantes del rugby regresan a sus lares encantados de la vida, Bilbao retoma la rutina y San Mamés resplandece a los ojos del mundo como el gran estadio que es. (¡ay!, si no fuera por el equipo...).