Síguenos en redes sociales:

Tristura

ETA se disuelve y eso es bueno, pero lo hace sesenta años y 864 víctimas tarde, sin honor y sin asumir su responsabilidad

UN folio. Un puñetero folio -con perdón- es todo lo que ETA tenía que decir en su “Declaración final al Pueblo Vasco”. Es decir, a usted y a mi. Al menos, la ausencia de imágenes de vídeo con la torpe lectura del comunicado por parte del dirigente de ETA Josu Urrutikoetxea nos ha ahorrado la pornografía del momento.

Es verdad que hemos vivido una agonía contada por capítulos y que esto social y políticamente hace tiempo que está ya amortizado pero sesenta años de historia, cincuenta de violencia con centenares de víctimas utilizando ilegítima e inmoralmente el nombre del pueblo vasco, hubiesen merecido mucho más que ese folio que más bien parece un mediocre obituario.

Si hay una palabra que expresa fielmente los sentimientos que impulsan este último comunicado de ETA, esa es tristura. Sirve igual en euskera y en castellano. Una inmensa tristeza. Melancólica e infinita, como esas canciones y melodías del norte del país: bihotzeko tristura. Tristeza del corazón.

Porque el indiscutible valor histórico y el alivio que supone esta disolución confirmada ayer llegan cincuenta años tarde, 864 víctimas tarde -de Pardines a Nègrin-, mediante una derrota histórica después de mucha sangre derramada sin lograr uno solo de sus objetivos y sin una reflexión mínimamente decente y sincera para el “pueblo vasco”.

Nada de eso hay, salvo las consabidas falsedades del “conflicto que enfrenta a Euskal Herria con los estados” -los estados, así en genérico, que es como decir con el mundo-, que el proceso “en favor de la libertad y la paz (sic) continúa por otro camino” o la indecencia de que “ETA surgió de este pueblo y ahora se disuelve en él”. ETA muere sin honor.

Lo positivo de este esperado último comunicado es que confirma la disolución de ETA, que no habla de “demovilización” ni eufemismos similares, que es firme y para siempre. Es claro. Pero sus carencias son abismales. Ni una mención a las víctimas ni al daño causado ni a la reparación, no hay una reflexión crítica, no se solventa la diferenciación entre víctimas, no se reconoce el fracaso en los objetivos y en los métodos. ETA no asume su responsabilidad histórica. No basta con desmantelar estructuras. Hay que desmantelar mentalidades, actitudes, odios de los que ETA impregnó a la sociedad vasca. Una tarea pendiente y muy importante que, ante este silencio clamoroso, recae en la izquierda abertzale. El tiempo dirá.

No es ETA la que cierra un ciclo. Es Euskadi, ese pueblo vasco al que invoca, quien lo hizo hace tiempo. Y lo hizo con dignidad plena y bajo las premisas del diálogo y la convivencia. Dos palabras que ETA ni menciona en sus últimos comunicados.