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El negro del arco iris

El negro del arco iris

dESDE que vieron la luz los superhéroes de nombres sonoros, sus contrincantes, los supervillanos, pasaron a gastar apodos igual de rimbombantes. Da un nosequé de vergüenza frivolizar con estas cosas cuando se habla de crímenes de carne y hueso, sangrientos y reales, así que lo haremos casi de pasada, solo para señalarles que Jorge M., hoy en el banquillo de los acusados, es un hombre de hielo. Quienes le han conocido de cerca hablan de su frialdad, de ese tono duro como un témpano, con el que anunció a sus hijos que la madre había muerto. Ni siquiera ese teatro bufo debió de costarle esfuerzo. Oídas las palabras de los declarantes, cansarse era un verbo prohibido para el señalado.

Uno, dejándose llevar por la imaginación que tanta fiebre da cuando se indigna, le ve a Jorge M. apoderado por esa furia glacial, tan sobrecogedora. ¿Cómo puede uno ser tan calculador en sus emociones, tan gélido en sus intenciones, tan crudo de corazón?, se preguntan las gentes de bien cada vez que ocurre algo así, una victoria de las tinieblas sobre la luz. Nos asombra aquello que fue capaz de ver el poeta ruso Yevgeny Yevtushenko cuando dijo que la vida es un arco iris que incluye el negro: nos asusta que no todo el mundo es como uno quisiera. Porque aún sabiendo que los seres humanos son, somos, tan distintos unos de otros no nos caben en la cabeza algunos de los modelos posibles, eso que la realidad, terca y dura en ocasiones, nos pone en la pasarela. Tipos como Jorge M.