Agarrados a un clavo ardiendo
EL chico ese de ahí arriba, Antoine Griezmann, se arrancó con un baile sacado del Fortnite Battle Royale, un videojuego donde se dispara contra todo bicho viviente. Al parecer, el reputado delantero francés también mata así el tedio durante las concentraciones. Además sirvió a modo de coreografía para felicitar a su hija Mía, que ha cumplido dos añitos. Tiempos aquellos, cuando los futbolistas al marcar un gol se ponían muy contentos, natural, pero la alegría les salía espontánea, y no como ahora, enlatada, fruto de horas de ensayo frente al espejo.
Poco antes había anotado Cristiano Ronaldo, que ese sí que tiene un amplio repertorio de festejos, especialmente irritantes, para qué nos vamos a engañar, y el derbi madrileño acabó así de insulso. El Atlético mantiene los cuatro puntos de ventaja en su lucha particular con el Real Madrid por ver quién es el mejor segundón y el Barça se aleja en once de su inmediato perseguidor, amén de igualar el récord que fraguó la Real Sociedad en 1980, cuando se tiró 38 partidos consecutivos sin perder. Cayó en el último de aquella liga, en Sevilla, con un gol decisivo del argentino Bertoni (2-1), y de paso se quedó sin el título. Las malas lenguas dijeron que el equipo andaluz, que nada se jugaba, estaba primado por el Real Madrid.
Si por arriba están las cosas meridianamente claras, con el virtual campeón y los cuatro clasificados para la Champions con el pasaporte sacado, por abajo sucede lo mismo. El Levante celebró ayer su triunfo sobre la UD Las Palmas a lo grande, como si ya estuvieran salvados. Y no andan muy desencaminados. Sacan ocho puntos al penúltimo, y tanto el Deportivo, el equipo canario y el Málaga se encuentran en urgente necesidad de invocar un milagro para evitar la ruina del descenso.
A falta de siete jornadas para que concluya la temporada, el único aliciente lo aglutina las tres disputadísimas plazas de la Europa League. Una de ellas, la sexta, la detenta el Villarreal, que hoy recibe al Athletic. Como ya saben, tanto su presidente, Josu Urrutia, como el entrenador, José Ángel Ziganda, se resisten a claudicar ante las evidencias. El equipo está a diez puntos de Europa, pero ellos insisten: UEFA posible, como en los tiempos del entrañable Howard Kendall. Es la ley no escrita del fútbol: agárrate a un clavo ardiendo, o dedícate a otra cosa. El asunto supone un exacerbado ejercicio de voluntarismo, pues implica que todo lo que no se ha hecho en las treinta jornadas anteriores, es decir, conseguir buenos resultados, jugar algo más al fútbol y que la pifien el tropel de equipos que van por delante, ocurra precisamente ahora.
En realidad el Athletic vive en un estado de inanición futbolística, lo cual convierte un supuesto bastante improbable en excusa para salir del paso y el nombre del futuro entrenador en el centro de la atención mediática. Urrutia es maestro en el arte de contemporizar con los periodistas tirando balones fuera, aunque por el tono del presidente y del técnico se sobrentiende la respuesta.
Hace tiempo que se habla de nombres, pero en las últimas fechas ha cobrado fuerza el del Toto Berizzo, que dirigió con éxito al Celta y fue destituido en el Sevilla a finales de diciembre. Discípulo aventajado de Marcelo Bielsa, digo yo que mejor traer al maestro, que tan buena huella dejó aquí, ahora que está en el paro y desde que nos dejó no levanta cabeza el buen hombre.
Sugerencias al margen, Urrutia no debería comparar la trayectoria de Ziganda con la del Loco en su segunda temporada, porque eso implica ignorar deliberadamente lo que hizo en la primera o la ausencia de contestación entre la hinchada.
A la espera de acontecimientos, esto sigue y toca alimentar la quimera europea ganando en Villarreal hoy, día elegido para las elecciones en la RFEF y que fueron aplazadas por el TAD para respetar el derecho a voto de Oskar de Marcos. Rubiales, el impulsor del recurso, puso el grito en el cielo porque lo que él pretendía era postergar el partido, no los comicios. Larrea, el otro candidato, también puso en el cielo argumentando que si falta un maldito voto, el de Oskar, tampoco pasa nada. ¡Viva el paladín de la democracia! Con estos aspirantes todavía vamos sentir añoranza del ínclito Villar.