Un tema resbaladizo, un debate inviable
Con la prisión permanente hemos entrado en una polémica entre lo emocional, lo demagógico y lo electoralista
CON el cadáver de un niño vilmente asesinado aún templado y en la memoria y el encogido corazón de millones de personas, el Congreso de los Diputados abordó ayer un debate entre lo emocional, lo demagógico, lo electoralista y, por último y desgraciadamente menos relevante, lo jurídico y lo ético sobre la prisión permanente revisable, concebida, en principio, para los autores de estos gravísimos delitos.
Era de esperar que, en estas circunstancias, y con los familiares de varias de las víctimas más mediáticas de los últimos tiempos (Diana Quer, Mari Luz Cortés, Marta del Castillo, Sandra Palo, Yeremi Vargas) en la tribuna del hemiciclo, el debate fuese agrio, bronco, desabrido. Y totalmente estéril como debate parlamentario, democrático.
No era, desde luego, el mejor ambiente para un diálogo constructivo y con voluntad de acuerdo. También es verdad que con toda probabilidad no habrá nunca un momento idóneo, salvo que no haya elecciones a la vista (y fíjense que falta más de un año para las próximas) o que a los partidos les entre un arrebato de cordura.
La cuestión de la prisión permanente revisable tiene una evidente enjundia. Se mezclan elementos y conceptos etéreos emocionales, ideológicos e inasibles como la justicia, la reparación, la reinserción. ¿Cuándo se hace justicia? ¿Cuándo se reinserta un delincuente?
El problema -uno de ellos- es que en esta neodemocracia de Twitter pueden contraponerse tres millones de firmas - “si tenemos que llevar diez millones, llevaremos diez millones”, dijo ayer el padre de Diana Quer-, es decir, “la voz de la calle” que este fin de semana se manifestará con segura contundencia en favor de endurecer aún más la prisión permanente, con un manifiesto suscrito por más de un centenar de catedráticos de Derecho Penal de las universidades del Estado español que dice claramente que esta medida no disuade a nadie de cometer un crimen, pone en serio riesgo la reinserción y, lo que es más crudo, deteriora nuestros valores básicos y no nos hace mejores como sociedad, sino al contrario.
En el aspecto político, Ciudadanos ha provocado este embrollo con los dos ojos puestos en las encuestas que le siguen acercando, cuando no superando, al PP. Y Rajoy, que lo mismo se pone un lazo morado el 8-M que juega una partidita de dominó con pensionistas -al tiempo-, se ha visto obligado a ponerse en la cabeza de esta resbaladiza manifestación y, de paso, pone en un serio aprieto al PSOE, sometido a una presión que va camino de ser insoportable. Veremos a los barones socialistas abroncando a Sánchez. Al tiempo, también. Lo dicho, un debate inviable para un problema demasiado profundo.