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Cumplir, o no, los compromisos

No hace falta recurrir al manido ‘palabra de vasco’ para exigir que los acuerdos se ejecuten; se llama lealtad

CADA vez que un ministro aterriza por Euskadi hay que echarse a temblar y conviene llevarse la mano a la cartera. Hace un mes, el titular de Energía, Álvaro Nadal, vino para decir que el compromiso adquirido con el PNV para la aprobación de los Presupuestos del Estado de 2017 en lo referido a la reducción de la inusualmente alta tarifa eléctrica que pagan las empresas industriales vascas -una rémora para su economía, funcionamiento y competitividad- no podría cumplirse si no se aprueban las Cuentas de 2018. Vamos, un chantaje de los de toda la vida para intentar empujar a los jeltzales a apoyar los Presupuestos de este año de Rajoy, que lo tiene casi imposible con el 155 reinando en Catalunya.

Ayer, por contra, vino el ministro bueno, Iñigo de la Serna -bilbaino, por más señas, aunque fue alcalde de Santander-, quien presentó con los representantes vascos el proyecto de la nueva y espectacular estación del TAV en la capital vizcaina, soterrada, intermodal y que supone una gran oportunidad para la ciudad y para Euskadi.

Pero ahora viene la duda, dados los precedentes. ¿Cumplirá el Gobierno de Rajoy con ese compromiso? En buena lógica, sí. Pero imaginemos que el propio presidente español o su flamante nuevo ministro de Economía, Román Escolano, condicionan la financiación o ejecución de las obras previstas en Abando a que se aprueben los Presupuestos de 2018. No solo sería absurdo, sino un incomplimiento flagrante de un compromiso adquirido.

En cualquier caso, todas estas posibles dudas las podremos comprobar el próximo 23 de marzo, cuando Rajoy presente su proyecto de Presupuestos y puedan verse reflejadas las partidas comprometidas. O no, como diría el susodicho.

No hace falta recurrir al manido y muchas veces malinterpretado ‘palabra de vasco’ como paradigma de la lealtad al cumplimiento de los acuerdos firmados para exigir que se lleven a cabo. Como en uno de los memorables trabamentes -más que trabalenguas- de Rajoy cuando dijo aquello de “un plato es un plato y un vaso es un vaso”, un pacto es un pacto.

El PNV parece confiar en que el Gobierno, pese a la metedura de pata de algunos de sus ministros -últimamente le toca mucho sacar patas-, terminará cumpliendo aquellos compromisos del año pasado aunque finalmente tenga que recurrir a la prórroga presupuestaria ante su incapacidad para poder llegar a un acuerdo.

Y esa es otra, porque con el artículo 155 -político y judicial- enseñoreándose de Catalunya -y, visto el panorama, va para largo- y Ciudadanos oliendo la sangre de Rajoy, el Ejecutivo va a tener que hacer filigranas con decretos ley a punta pala. La legislatura va a ser una agonía.