Síguenos en redes sociales:

Arriba ese ánimo...

Arriba ese ánimo...Foto: Juan Lazkano

ACOSTUMBRADOS a salir del Camp Nou como quien pasa por una trituradora, los espartanos futbolistas del Getafe escaparon del coliseo azulgrana más contentos que unas pascuas ante la indiferencia de la parroquia culé, que asistió a la función con indulgencia plenaria. Qué cosas pasan en el fútbol: llega el modesto Getafe y el Camp Nou congrega a 75.681 aficionados en sus graderíos, la mayor entrada de la temporada, quizá expectantes por vez otra escabechina (6-0 en las dos anteriores visitas), o porque la tarde estaba plácida tras los últimos rigores invernales. O por la clasificación para otra final de Copa, o porque juega el fascinante Messi, o porque debutaba Yerry Mina, un colombiano enorme, religioso exhibicionista, y a lo mejor anota un gol y lo celebra contoneándose a ritmo de salsa choke, un baile así como de espasmos.

Llegaba el Getafe a Can Barça y resulta que no paran de surgir alicientes: a ver qué hacen Coutinho y Dembélé, las nuevas y carísimas figuras, garantes de ese futuro que aguarda, cuajado de éxitos...

Acaba la función y el personal sale del estadio suave, con apenas un mohín en el rostro y mucha condescendencia hacia los reputados jugadores azulgrana. Messi estuvo plácido, como ausente. Alguien dijo: hasta Dios descansó el séptimo día. La titularidad de Coutinho trajo nostalgia sobre Andrés Iniesta y Dembélé simplemente no dio una a derechas. “Es mejor intentar muchas cosas y que no te salgan a no hacer nada”, reflexionó luego Ernesto Valverde, tan ponderado desde su atalaya de triunfador. “Venimos de un mes de ajetreo y esto (el no ganar al esforzado Getafe) entra dentro de la lógica”, añadió el técnico extremeño. Y todos conformes, naturalmente.

En otras circunstancias, un empate frente a contrincante tan humilde habría sentado allí a cuerno quemado, y qué decir del incendiario debate posterior: a ver, ¿en qué se notan los 160 millones de euros pagados por Coutinho, o los 150 millones que costó Dembélé, segundo y tercer fichajes más caros en toda la historia del fútbol mundial?

Dos días antes la gente salió de San Mamés también con apenas un mohín, pero de resignación. Y eso es lo peor que le puede pasar a una hinchada: la falta de perspectiva, de ilusión. La áspera sensación de que todo seguirá inmutable, porque a estas alturas de la temporada el Athletic ha perdido el crédito y José Ángel Ziganda la confianza del pueblo en su capacidad para revertir la tendencia. Además se sabe que, salvo catástrofe, el técnico navarro seguirá en el puesto hasta el final, según se acostumbra, y más con Urrutia al frente, así que no queda otra que darle ánimos al hombre y apelar a la casta de los muchachos, o implorar a la Vírgen de Begoña, que tampoco es para tanto.

Además Ziganda, excelente persona, cae bien entre la gente, e incluso despierta ahora cierta conmiseración, sobre todo porque arrostra el temporal clamando que se siente “con fuerzas” (como no podía ser de otra forma) para manejar con rumbo y templanza la nave rojiblanca.

Pero el fútbol es un estado de ánimo: por eso el Getafe fue capaz de empatar en el Camp Nou, el Eibar está que se sale y el Girona o el Leganés compiten sin complejos pese a su condición de modestos. Ziganda puso frente a la UD Las Palmas el equipo, digamos, ¿ideal?, dejando a un lado extravagantes experimentos, y el resultando fue igualmente tedioso e ineficaz.

En un más difícil todavía, Raúl García y Aritz Aduriz se perderán por sanción la próxima cita liguera, en el Metropolitano, con el Atlético a siete puntos del Barça, siguiendo su rastro y con bastante competición por delante para discutirle el liderato. En consecuencia, la empresa se presenta todavía más complicada para el Athletic. ¿Y que hará Ziganda para cubrir tan eminentes ausencias? ¿Volverá a la defensa de tres centrales, como amenazó tras la debacle de Girona? ¿Irá a Rusia con amor? ¿Probará cosas nuevas por si suena la flauta? ¿Rescatará a Vesga o San José, antaño hombres de confianza caídos en desgracia por razones obvias? ¿Hay alguno por ahí con hambre de verdad, que no esté alicaído? ¿Y qué me dicen de Kike Sola, de profesión delantero centro? (¿o suena a demasiado desespero?).