Kepa Arrizabalaga, capítulo final
A falta de seis minutos para finalizar el Real Madrid-Deportivo, Cristiano Ronaldo recibió un golpe fortuito del central suizo Fabina Schär que le ocasionó una brecha cerca de su ojo izquierdo. Sangró en abundancia y necesitó tres puntos de sutura. Coqueto él, no pudo refrenar camino del vestuario el impulso de observar la herida y sus consecuencias mirándose la cara a través de un móvil. Y seguidamente se puso en contacto con el cirujano plástico. (Es un rumor y no merece mucho caso. ¿O sí?)
Cristiano Ronaldo se ha convertido en el centro del chismorreo. El Real Madrid está en crisis, a 19 puntos del incontenible Barça, su estrella ya no tiene la eficacia de antaño y encima va el tío y pide otro aumento de sueldo para equipararse en parné a Neymar, a quien ya le sitúan como la piedra angular que utilizará Florentino Pérez para reconstruir el imperio blanco. Al parecer, Cristiano está en decadencia, Gareth Bale le hace sombra y por si fuera poco un suizo le taja su bruñido rostro.
Y sin embargo Cristiano anotó dos goles poniendo fin a su extraña sequía. Pero fueron el quinto y el sexto, nada transcendentales, de puro relleno: no hubo celebración en plan macho alfa ni tampoco lanzó su chirriante grito gutural. En realidad los festejó con abatimiento, si se admite la paradoja.
En consecuencia, los mentideros de la corte han iniciado un nuevo culebrón con el cuerpo serrano del portugués y escrito el epílogo al del portero vasco de brillante porvenir. Kepa Arrizabalaga ¡se queda!, y hasta es probable que hoy se den los detalles de la buena nueva. Por ejemplo la aceptación de una cláusula de fuste, de 80 millones de euros, anuncia Radio Macuto (emisora oficial hasta que el mozo no diga esta boca es mía y Josu Urrutia reitere, henchido de satisfacción, el gran sucedido).
De ser lo que parece, Kepa recupera sus mejores atavíos y esa estampa adusta que retrotrae al Chopo Iribar, el mito cincelado en su grandeza futbolística y fidelidad a unos colores. Desde luego la renovación también tendrá efectos terapéuticos entre la afición, que ya le había tomado tirria al portero de Ondarroa a causa de su pernicioso sigilo, pues barruntaba frialdad y desapego. Alivia en cambio comprobar que en los tiempos que corren y en este club de filosofía tan particular uno de sus mejores hombres hace votos de lealtad a la causa en vez de claudicar ante los dineros y gloria que ofrecen los más poderosos.
A partir de ahora ya solo falta articular lo que se conoce como el relato. Es decir, justificar ese silencio, que parecía cómplice y sin embargo escondía áspera zozobra. Proclamar: soy humano, luego dudo. Y también me tienta el diablo, como al mismísimo Jesús. Pero finalmente sigo aquí, en el equipo que me forjó, al que adoro, y a quien debo corresponder en justa consecuencia.
Joder, es que hasta me entran unas ganas locas de aplaudir, y por descontado descarto imaginar aviesas elucubraciones al respecto. Descarto que la presumible renovación tenga que ver con la rotunda oposición de Zidane a consentir fichajes en el mercado invernal; o la probable animadversión del personal y el calvario imaginado de aquí a junio, con la sombra de una suplencia que traería consigo el descarte para el Mundial de Rusia, una golosina sin duda espléndida. Y para qué hablar de los representantes, de poco escrúpulo con tal de sacar sabroso lucro con el negocio y las vidas.
En cambio, si Kepa es capaz de corroborar todo lo bueno que se adivina tendrá tiempo de sobra en la larga trayectoria que le aguarda de alcanzar sus mejores sueños y nadie dudará entonces, en la hipotética despedida, que se lo ha ganado a pulso.
Me temo que algo de esto barruntaba Iago Herrerín, pues en Getafe estuvo hecho un flan, algo ilógico en un guardameta que estaba dando sobradas muestras de fiabilidad. Hasta cometió dos penaltis, aunque finalmente enmendó en parte sus errores parando el segundo y propiciando la consecución de un punto que más parece de sutura. Recién renovado, ahí queremos ver a Iago, desafiando al destino. Y al mismísimo Kepa Arrizabalaga.