UN duro golpe que a más de uno, por fin, situará en la cruda realidad. El Athletic no convence hace mucho tiempo y el miércoles escribió una de las páginas más tristes de su inmensa historia. Caer ante un Segunda B entra dentro de las posibilidades, no tanto si es a doble partido. Los de Kuko no fueron capaces de superar a un equipo inferior, a priori, en todo. Los isleños dejaron K.O. a un equipo rojiblanco que se dio de bruces con su penosa realidad.

El Athletic se está empequeñeciendo a marchas forzadas. Su nivel está en duda. En todos los ámbitos, desde la directiva, el cuerpo técnico y, por supuesto, la plantilla. Estamos ante un momento clave. El presidente, que murió de éxito en la etapa Bielsa, creyó haber inventado un modelo propio de funcionamiento y preso del mismo está llevando al club al más absoluto caos. El autoproclamado garante filosófico y de las esencias rojiblancas no solo está confundido con el camino a seguir sino que aleja cada vez más a sus propios jugadores de las verdaderas señas de identidad de este maravilloso club. Ser del Athletic empieza a ser algo complicado para quien viste su camiseta. Los que están, dudan en continuar, y los que no están, ya no se pegan por venir, no vienen directamente.

La elección de Ziganda puede no haber sido la más acertada, los resultados así lo dicen. El análisis aún así tiene que ser global. Los males del Atheltic vienen de atrás. El equipo ha ido perdiendo potencial y la entrada de jóvenes valores ha venido más fruto de la necesidad que de la calidad real de los mismos. Jugar en Primera un puñado de partidos está al alcance de muchos futbolistas canteranos de los equipos similares al Athletic, tener regularidad no tanto. La identidad y las señas propias: raza, casta, intensidad, entrega... se están perdiendo por el camino y lo que antes era normal ahora es una rara avis, antes era innegociable. El Athletic está en ese ciclo en el que hay que acertar con las decisiones, no queda otra.@monjeondavasca