PREGUNTADO ayer Natxo Monreal sobre el asunto, el lateral navarro hizo lo que toda la vida han hecho mayormente los futbolistas, o sea, salir por peteneras: “estamos aquí para jugar al fútbol” y “la política no nos incumbe”. El asunto, como saben, es Catalunya, controversia que también ha mediatizado poderosamente esta larga concentración de la selección española rumbo al Mundial de Rusia 2018 por la presencia en sus filas de Gerard Piqué, que sí habla de política, o de lo que haga falta, saltándose la norma que invoca habitualmente el gremio del balompié: yo, de eso...
Sin embargo para los periodistas la presencia del central azulgrana supone maná bíblico. Porque con él se ha podido mitigar el tedio que habitualmente provoca la selección ofreciendo cancha a interminables debates sobre si debe vestir o no la roja; o desencadenando incendiarias soflamas o alimentando las más bajas pasiones.
Tras el 1-O, Piqué expresó entre sollozos su indignación por las cargas policiales que ensombrecieron la pretendida fiesta del referéndum. Pero lo que más irritó a los biempensantes poco tenía que ver con su defensa de la libertad de expresión. Irritó su modo de implicarse con la selección española, donde no cuenta, dijo, la cuestión patriótica y sí la rentabilidad que uno ofrece sobre el campo, que es de lo que se trata, poniendo como ejemplo a los “nacionalizados”.
Las reacciones no se hicieron esperar. Al jugador le pusieron a caldo por desafecto, pero nadie preguntó a Thiago Alcántara, nacido en San Pietro Vernotico, al sur de Italia, y con triple nacionalidad (italiana, brasileña y española), su grado patriotero cuando anotó el tercer gol contra Albania. Ni a Rodrigo Moreno, llegado al mundo en Río de Janeiro y primo de Thiago y de Rafinha, que optó por la canarinha en vez de la Roja, si advirtió un pálpito especial en su corazoncito ¿brasileño? ¿español? cuanto marcó el primero de los tres goles.
Por lo que parece, la Societat Civil Catalana, promotora de la manifestación que recorrió ayer Barcelona en “defensa de la Constitución y la unidad de España”, tomó buena nota de la filosofía Piqué y aplicó el cuento a lo suyo, otorgando al egregio escritor Mario Vargas Llosa la deferencia de leer un manifiesto. De su maestría salió, como no podía ser de otra manera y porque así lo quiso, un monumento a la demagogia más rastrera, pues no en vano le concedieron el Nobel de Literatura (por brillante en la palabra, no por rastrero), mientras el pueblo enardecido gritaba: “¡¡¡Puigdemont a prisión...!!!”.
Vargas Llosa nació en Arequipa, Perú, pero también tiene la nacionalidad española. Es decir, que a los efectos (los efectos que fueran) puede ser tan patriota como Piqué, Thiago, su hermano Rafinha, que prefirió jugar con Brasil, o Rodrigo Moreno, y todos ellos actuando probablemente bajo el afán que dicta la conveniencia.
A la citada manifestación y junto al sector de los ultras asistió Javier Tebas, exdirigente de Fuerza Nueva, conspicuo pirómano y presidente de LaLiga con el aplauso de los clubes profesionales, que miran a otro lado aduciendo que allá cada cual con su ideología, pensamiento y opiniones, salvo que seas catalán y catalanista y te llames Gerard Piqué.
Ante la enorme presión mediática y el linchamiento consiguiente, el defensa del Barça decidió finalmente ceder ((¿el interés?), y para aplacar los ánimos se entregó a los periodistas, que le hicieron preguntas tan bochornosas como cuál fue el sentido de su voto en el referéndum. Piqué sí confesó otras cosas. Que se sentía “orgulloso” de representar a España. Aclaró que él no es independentista, defendió el diálogo y ponderó: “sigo pensando que España y Catalunya separadas serían más débiles”.
Piqué aplacó el debate y hubo casi más palmas que pitos en Alicante, pero también provocó el desencanto en quienes le vieron como un guerrero irreductible y consecuente; ni tampoco faltaron los que dedujeron razones espurias en su aparente repliegue conceptual.
En medio del maremágnun, de repente, a través de Twitter, uno de los grandes ausentes de la selección española por lesión saltó a la palestra. “Una cosa sí tengo clara, antes de que nos hagamos más daño: dialoguen, los responsables de todo dialoguen. Háganlo por todos nosotros. Merecemos vivir en paz”. Y Andrés Iniesta, manchego, en el Barça desde los 12 años, de habitual discreto, empequeñeció al egregio Mario Vargas Llosa.