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La virtud de las rotaciones

La virtud de las rotacionesJuan Lazkano

SOLO se han cumplido cuatro jornadas y ya asoma lo más ingrato del fútbol. Las lesiones o la destitución de un entrenador son parte consustancial de este deporte que se maneja entre lo físico y lo pasional, pero cuando ocurren de esta manera tan abrupta merecen una somera reflexión. El fichaje de Dembélé causó revuelo por ser el más caro en la historia del Barça (entre pitos y flautas, unos 150 millones de euros) y porque en su génesis hubo bastante de precipitación y mucho de desesperación con tal de tapar a cualquier precio la abrupta fuga de Neymar. Apenas ha disputado 122 minutos con la camiseta azulgrana y el joven delantero francés ya está inutilizado para tres o cuatro meses, según las previsiones del propio club. Aunque en breve será operado en Finlandia de una rotura en el tendón del bíceps femoral de su pierna izquierda, el quebranto pudo haber sido mayor. Pongamos que se destroza los ligamentos de una rodilla y dice adiós a la temporada. Imaginemos la probabilidad de secuelas a causa del trauma, eventualidad que confirmaría la fragilidad del ser humano y los delirios que procuraron el disparatado derroche por tan solo un futbolista.

Eso mismo le ocurrió a Luis Zubeldía. Dicen que iba para estrella en Argentina, hasta que una lesión cercenó su prometedora carrera como jugador a los 23 años. Lejos de claudicar, Luis Zubeldía perseveró y a los 27 logró forjarse otra prometedora carrera, pero esta vez como entrenador, convirtiéndose al frente del Lanús en el técnico más joven en dirigir a un equipo de élite en su país. Tras un trasiego por varios equipos de Ecuador y Colombia, la sagacidad y el ojo clínico de Josean Querejeta le transportaron al Alavés, donde volvió a ser el técnico en activo más joven del gremio y por añadidura el entrenador más joven en ser destituido. Porque Josean Querejeta, además de sagacidad y ojo clínico, posee una portentosa facilidad para rectificar y enmendarse la plana, hasta el punto de perder groseramente la paciencia y concluir con mentalidad de forofo constreñido que el diamante en bruto que había contratado tenía un brillo de hojalata.

Y ahora pongamos un ejemplo radicalmente contrario. El Athletic no se ha gustado ni un euro en fichajes, y no es por tacañería como ustedes bien saben. En vez de buscar técnicos exóticos allende los mares designó para el cargo a José Ángel Ziganda, hombre de la casa, conocedor del percal y heredero natural de Ernesto Valverde.

Bajo su mando, el Athletic ha logrado pulverizar su récord de imbatibilidad en un inicio de Liga dejando la nueva marca en 357 minutos, que no está pero que nada mal, y no te cuento nada si los chicos hubieran estado más atentos en el momento clave del partido, cuando Loic Remy se coló por el flanco derecho para anotar el gol de la victoria canaria a un suspiro del final.

Ahora analicemos los pormenores de la susodicha marca y sus circunstancias. La ¿gesta? ha sido conseguida con el Getafe, Eibar, Girona y la UD Las Palmas de contrincantes, equipos de escaso fuste y menos gol. También es cierto y ensalzable lo contrario: que el Athletic ha sabido rentabilizar, y de qué manera, sus tres escuálidos goles para encaramarse hasta la sexta plaza.

Pero ¿qué hubiera pasado si Ziganda, en vez de desfigurar totalmente el equipo con un sistema de rotaciones drástico, saca una alineación de cuajo? ¿Habría sido más fácil la victoria? De todos los conjuntos que disputaron encuentros internacionales, tan sólo el Sevilla, además del Athletic, optó por demudar el once inicial de manera extrema. Y le salió bien a Eduardo Berizzo, sobre todo porque el Girona falló un penalti y nuestro querido Iraizoz pudo hacer bastante más en el gol de Muriel. Es decir, tuvo mucho que ver el azar.

Probablemente en su loable deseo de implicar a todos en la empresa (salvo a Sola) está la génesis de la rotación radical, y como sirvió en Ipurua, pues adelante con el invento. Dejando al margen la calidad del juego, bastante deficiente, me cabe la duda de si Ziganda puso la tropa de reserva en Insular pensando en el Atlético de Madrid. Como si esos tres puntos en juego valieran el doble que los de Las Palmas.