SAN Mamés se puso un tanto sentimental con la visita por primera vez en su historia del Girona, que se vuelve a Catalunya con su primera derrota, que también será histórica, en su cortísimo periplo por la Primera División. Dejaron el homenaje floral junto al busto de Pichichi y en el ambiente ese aroma reverencial que exhalan los primerizos. Un navarro, el pelotari Oinatz Bengoetxea, hizo el saque de honor; otro navarro, Iker Muniain, lució capitanía con donaire (diría que aquel mozo un tanto tarambana ha madurado, y vaya que si se nota) y al otro lado, defendiendo la portería rival, otro ilustre navarro, Gorka Iraizoz. El portero fue recibido con cariño y despedido con mucho amor, pues el asunto que le trajo de vuelta acabó de aquella manera, aunque si hubiera tenido una tarde espléndida igualmente habría tenido el mismo afecto.
Y entre la ofrenda floral y los cálidos aplausos a Iraizoz se intercaló un leñazo de partido, como el día del Getafe, solo que esta vez el Athletic mostró una eficacia demoledora: dos tiros a puerta, dos goles, tres puntos más al zurrón, la portería propia inmaculada y la placentera sensación de estar allá arriba en la clasificación, por encima del Real Madrid, por ejemplo. Pero como este invento vive mayormente de lo inmediato, procede obviar la modestia de sus tres primeros contrincantes, pues ya habrá tiempo para sacar conclusiones cuando se interpongan rivales de alcurnia y sus consecuencias.
De momento, ya sabemos que el Athletic vive de tres futbolistas determinantes: Muniain, que está consolidando su estatus de jugador referencial y además ve puerta; el incombustible Aritz Aduriz, que anotó su gol 150 con el Athletic recuperado de sus problemas de lumbalgia, y sobre todo Iñaki Williams, que está llamado a ser la gran estrella del equipo rojiblanco. Si en Eibar fue fundamental en la génesis de la victoria, como Aduriz, ayer ocurrió lo mismo con sus dos certeras asistencias. ¿Alguien dijo que no sabe centrar?
Se especuló, y mucho, con que el Borussia Dortmund estaba dispuesto a abonar su cláusula de rescisión, de 50 millones de euros, para contrarrestar el traspaso de Dembélé al Barça por la abrumadora cifra de 150 millones; e incluso con el interés del propio club catalán, pues a fin de cuentas le habría costado la mitad de la mitad y no creo que el delantero francés sea mejor que nuestro Iñaki. Intuyo que, de haberse planteado dicha operación, Ernesto Valverde se habría opuesto con serena rotundidad y bajo la firme amenaza de una dimisión inmediata.
Podíamos haber incluido en la lista a otro ilustre león, pero no hizo falta: Iago Herrerin estuvo sobrio, aunque tampoco necesitó alardes ante un Girona combativo, pero bisoño. Kepa Arrizabalaga, en cambio, fue clave para comprender el triunfo anterior del Athletic en Ipurua y desde entonces se ha acrecentado una inquietante incertidumbre: ¿Por qué tarda tanto en renovar?
El silencio con el que se están llevando las negociaciones y sobre todo lo dilatado de las mismas está provocando el inevitable recelo.
A la espera de acontecimientos, el Girona vino a Bilbao con flores a Pichichi, recibió un guiño cómplice de buena parte de la feligresía en vísperas de la Diada y regresó jodido pero “contento con la imagen”, según se desprende de las palabras de Pablo Machín, su entrenador. Y desde luego no se les notó para nada el supuesto “dopaje financiero” inyectado desde el Manchester City, dueño y señor del Girona, según acusó el ínclito Javier Tebas, a la sazón presidente de LaLiga y ex secretario general en Huesca de Fuerza Nueva. Hombre, el todo caso el City ha pecado de rácano con su ahijado catalán. Porque si en vez de prestar a Maffeo, Kahyode o Duglas Luiz les hubiera cedido al Kun Agüero, Gabriel Jesús o Silva...