HA sido un partido con sabor añejo, de mucha estopa y donde el balón acabó en la enfermería de puro maltrato. Quizá sea una forma exagerada de sintetizar el derbi con el Eibar, y probablemente buena parte de la feligresía rojiblanca da por buena la tosquedad que recorrió Ipurua. Al fin y al cabo el Athletic regresó a Bilbao con los tres puntos en el saco, principal objetivo de este invento, y también hay una predisposición generalizada a considerar al equipo armero como un equipo guerrero, pobre pero honrado, que se deja el alma en el empeño y muy duro de pelar en su angosto campo.

En consecuencia, Ziganda puso en liza al equipo más berroqueño posible (y entiéndase berroqueño en el sentido de áspero, para contrarrestar en su terreno a su áspero rival). Con los más altos y fuertes de la plantilla (Laporte, Núñez, Saborit, San José, Vesga, Raúl García, Aduriz...) el estilismo brilló por su ausencia, pero no es una crítica al técnico navarro: estudió el partido, obró en consecuencia según los mimbres de que dispone y le salió redondo: 0-1 y a casa con la tranquilidad absoluta para afrontar el parón liguero.

Su predisposición a las rotaciones está muy bien para alimentar el espíritu del colectivo y además fue la excusa perfecta para hacer la mezcla adecuada ante los pupilos de José Luis Mendilibar. Desde el banquillo miraban el asunto con resignación Aketxe, Muniain, Beñat o Susaeta, relegados de la partida por ser los ¿tecniquillos del equipo?

Ziganda sí puso sobre el tapete a tres de sus jugadores más preciosos, de esos que marcan la diferencia, y por ahí se fraguó la victoria. Uno es Raúl García, el protagonista del triunfo en la pasada temporada, en el último minuto y en otro partido semejante (por infumable). Los otros dos fueron Iñaki Williams y el indispensable (¡ay cuando falte!) Aritz Aduriz, muñidores del único tanto. En cierto modo, la jugada sintetizó el sesgo del partido: Núñez se quitó de encima el balón dando un puntapié a donde salga, y como lluvia le cayó a Williams junto al banderín del córner. Allá domesticó la pelota y luego metió un centro estupendo para el espectacular remate de Aduriz.

Como en los viejos tiempos.

Ahora bien. Para entender la venturosa victoria del Athletic hay que señalar a Kepa Arrizabalaga, que con su temple y reflejos evitó al menos dos goles del Eibar, ratificando lo que todo el mundo sabe, que ya está entre los mejores porteros.

Se produce una extraña paradoja con los tiempos que corren. Uno desea que el Athletic tenga a los mejores futbolistas, dadas sus limitaciones existenciales, porque así será más fácil competir con relevancia, y al mismo tiempo espera que sean buenos, pero no demasiado; lo suficientemente imperfectos para no llamar la atención de los grandes clubes.

Se daba por hecho que a principios del mes de julio, terminado el Europeo sub 21, Kepa iba a renovar su contrato, que concluye el próximo año, y al día de hoy sigue dándole largas al asunto, provocando desasosiego en la hinchada, que a resulta de otras desafecciones (Llorente, Herrera, Javi Martínez) está bastante escamada. Es malo, y Kepa debe ser consciente de ello, prolongar esta incertidumbre en un club que no ha podido realizar ningún fichaje a causa de su limitado mercado y necesita cada vez más contar con la fidelidad de la cantera.

Tengo que confesar que, de alguna forma, hasta me alegré cuando Iñaki Williams falló un gol casi cantado tras fintar con mucho arte a Oliveira en el borde del área rival. La jornada anterior, frente al Getafe, tuvo dos y tampoco supo transformarlas. Es decir: si Williams encima tiene olfato de gol... Porque ¿realmente Dembélé, por quien el Barça ha pagado casi 150 millones, es mejor?

Pero volvamos a lo inmediato: el Athletic sigue invicto en esta temporada, y hace bien Ziganda en pavonearse, a pesar del déficit futbolístico que muestra el equipo. Sin embargo el técnico debe tener muy presente a quién se ha ganado. Porque eran cuatro equipos, sobre el papel, de inferior categoría.