El guardián de las esencias
Alemania refrendó su poderío: ganó el Europeo sub’21 y dos días después la Copa Confederaciones
AMAMANTADO en Lezama a edad parvularia, estuvo quince temporadas en el primer equipo del Athletic, el único que conoció en su carrera profesional, y alcanzó el grado de capitán. Colgó las botas y a los años regresó convertido en el presidente que más votos ha recibido en toda la historia del club. Bajo su mandato, las cuentas de la entidad relumbran de lo saneadas que están. Los leones acaban las ligas con buena nota y se clasifican sistemáticamente para Europa con una regularidad que no tiene precedentes. Se juegan finales y, tras 31 años de espera, incluso cae un título, la Supercopa, y a costa del mismísimo Barça, entonces la mejor escuadra del mundo...
No seré yo, válgame el cielo, quien ponga en solfa su predicamento cada vez que habla sobre el Athletic. Para mí es como el Papa cuando se pronuncia ex cátedra: lo que dice va a misa. Definitivamente, Josu Urrutia es el guardián de las esencias.
Así que el presidente dejó el pasado viernes unas palabras en la televisión del club poniéndose en plan, es decir, pontificando sobre las cosas, y en ese tono complaciente repasó los diferentes asuntillos del Athletic. Mayormente, Urrutia realizó un ejercicio de autobombo, y es natural que saque pecho el hombre, pues todo marcha viento en popa, y le doy la razón hasta en lo concerniente a Youssouf Diarra.
Cuando debutó el 20 de agosto del pasado año con el Txantrea a la edad de 17 años, anotando además un gol, trascendió que fueron los estudios la causa fundamental para su traslado a Nafarroa, aunque obviamente sus dotes futbolísticas tampoco pasaron desapercibidas. Sobre el contubernio, nada se especuló entonces.
Un año después circula por ahí una falacia, que si el joven maliense se trasladó desde Lleida hasta Iruñea con el premeditado objetivo de fichar por ese club pamplonés convenido con el Athletic y de esa forma adquirir esa especie de carta de naturaleza que ahora reconoce y reivindica Urrutia, el guardián de las esencias, para dar el salto al Basconia, su equipo actual. Y si sale bueno... la bendición de San Mamés.
A quienes propalan que el fichaje es fruto de maniobras orquestales en la oscuridad habría que recordarles que Diarra antes de ser captado por el Txantrea jugaba y subió a División de Honor con el Ardoi juvenil, un equipo de Zizur Mayor que tiene convenio con Osasuna.
La comunidad vasca es hoy diferente, reflexiona Urrutia en sus declaraciones en modo plasma, y el Athletic se debe amoldar a la nueva realidad social, lo cual no significa hacerse trampas al solitario, sino obrar en consecuencia. ¿Recuerdan cuando Bixente Lizarazu se enroló en el club de Ibaigane en 1996? El Athletic ficha a un extranjero, dijeron algunos con evidente mala fe.
Urrutia, en fin, está encantado de conocerse, hasta el punto de considerar que incluso su política de comunicación “ha mejorado muchísimo”. Llega a tal grado su entusiasmo que además promete “dar alguna entrevista de manera puntual” a los medios de comunicación que se porten adecuadamente, es decir, mansos como borregos sacramentales y sin ánimo alguno a poner en solfa su fantástica labor.
Ni en el politburó del PECUS habrían sido así de claros.
A la espera de haber sintonizado con la prédica presidencial, lo único cierto es que hoy el Athletic comienza a preparar con ilusión la próxima temporada, un día después de terminar oficialmente la anterior con la disputa de la final de la Copa Confederaciones. Alemania, la actual campeona del mundo y con un equipo muy rejuvenecido, se adjudicó el torneo venciendo a Chile con eficacia y dos días después de que su equipo sub’21 ganara el Europeo derrotando a España en toda regla.
Portugal se llevó la final de consolación ante México y sin el concurso de Cristiano Ronaldo, que no está para recoger migajas y además le podía el ansia de conocer a sus gemelos que, como su otro hijo, también han nacido por gestación subrogada en pleno debate sobre su legalización en el Estado español.
Es lo que tiene poseer una fortuna. Hay que romperse la cabeza para defraudar al fisco, pero te permite el capricho de poder comprar el vientre de una mujer. Y no cualquiera.