RAZÓN tenía Ernesto Valverde cuando de vísperas catalogó el Alavés-Athletic de “partido clave” para aclarar el panorama clasificatorio, aunque en las vísperas del próximo encuentro, antepenúltimo de la temporada, el domingo a las ocho, ante el Leganés, también podrá decir lo mismo; e igualmente en la previa frente al Atlético de Madrid, con el boato que implica la despedida y cierre de la Liga y del estadio Vicente Calderón.
Y todo por culpa de esta derrota insospechada, que echa por tierra todas las elucubraciones forjadas al calor de las últimas victorias logradas, eso sí, ante rivales con escasos alicientes competitivos.
En consecuencia, el grado de optimismo que se vivía en la familia rojiblanca antes de jugar en Mendizorrotza se ha desinflado. Volvemos a caer en la cuenta de que a este equipo le sigue faltando un hervor, pues cuando se menciona el concepto partido clave, es decir, la exigencia de máxima responsabilidad, a los chicos les entra el vértigo. Me estoy acordando del encuentro de Chipre en la Europa League, o el más reciente contra el Villarreal, en la jornada 31, cuando se atisbaba la posibilidad de optar a la Champions, aspiración que volvió a tomar cuerpo en los instantes previos al choque con el Alavés, conocido que el Sevilla y la Real habían empatado enntre sí y que el Villarreal acabó goleado en el Camp Nou.
De momento, el Athletic se ha quedado sin opciones matemáticas de aspirar al gran torneo continental después de propiciar el jubileo entre la hinchada del Glorioso, que se la tenía jurada a los rojiblancos desde aquel 20 de mayo de 2000. Por si alguien no lo recuerda, el Alavés se jugaba ese día y en San Mamés la inédita oportunidad de acabar segundo y clasificarse por vez primera para un torneo europeo, que bien pudo ser la Liga de Campeones. Sin embargo perdió 2-1, entre otras razones porque no supo ganar, y porque el Athletic despedía al inefable Luis Fernández y además quiso terminar con decoro una gris campaña. De lo malo, el Alavés consiguió plaza para la UEFA, gesta sin precedentes, y logró pasar a la historia como protagonista, junto al Liverpool, de la considerada mejor final del torneo, aunque también como víctima de la forma más cruel de perder un título, con un gol de oro en la prórroga (5-4).
Así que no jugándose nada potable, con la permanencia sobradamente asegurada y en alegre vigilia de su segunda final, esta vez de Copa y frente al Barça, la hinchada blanquiazul jaleó desaforadamente el gol que Theo anotó marcando los tiempos. Es decir, parando, templando y atizando con furia al balón en situación de asombroso abandono, dado que el francés se encontraba en las inmediaciones del área más solo que la una. El craso error puso patas arriba Mendizorrotza, que jaleó la buena nueva como si valiera un campeonato, y para más inri Deyverson reapareció con todo su histriónico esplendor, retorciéndose por el suelo, haciendo como que se moría para luego repartir besitos por doquier; ora a Laporte, ora a Williams entre la chanza de la afición, que degustaba con divertimento circense su dulce venganza.
Lo cierto fue que la súbita e insospechada aparición de Theo puso un antes y un después en el partido, porque si antes Williams o Aduriz se hartaron de fallar goles, después ni tan siquiera tuvieron ni la oportunidad de lamentarse por sus yerros. Llegaron las urgencias, desaparecieron las ideas y aquello fue el acabose, a pesar del vacuo empeño que le puso Iker Muniain por recobrar sosiego y el espíritu competitivo.
El Athletic se volvió evanescente y perdió un partido que había sido catalogado de fundamental, pues Valverde ya intuía la prestancia del rival, feroz aunque le importara un pimiento los puntos en juego, y las consecuencias del resultado.
De haber ganado, el Athletic ahora estaría de campanillas y con la ilusión de alcanzar la Champions. Como ha perdido y dado que sus rivales directos tienen mejor calendario, mucho me temo que la séptima plaza caerá a modo de purgatorio, ya que implica dos eliminatorias previas. Eso sí: siempre y cuando, y mira que lo sentiremos, el Alavés pierda la final de Copa.