LOS últimos datos conocidos sobre la economía vasca confirman una evolución positiva, aunque con un ritmo más lento de lo previsto inicialmente. Claro que, saliendo de una dura crisis y con una mochila cargada de fuerte destrucción de empleo y gran empobrecimiento de la sociedad, cualquier velocidad nos puede parecer lenta. Conviene insistir en un aspecto, a modo de principio indiscutible: La recuperación nunca será suficiente en tanto la tasa de desempleo no se reduzca sustancialmente y la creación de empleo esté dominada por la temporalidad, la precariedad y los bajos salarios.
No obstante, pongamos en valor aspectos que estamos conociendo en las últimas semanas. Aspectos como la recaudación fiscal en capítulos como el IRPF; el aumento de la productividad, según el Gobierno vasco; el buen comportamiento del sector industrial, en palabras del Informe Laboral de Euskadi 2016 elaborado por la UPV/EHU; y la recuperación del empleo en líneas generales que, según cifras oficiales, deja la tasa de desempleo en un 13,1%.
Claro que, puestos a valorar las orientaciones más significativas de la economía vasca, no son buenos los ingresos derivados del IVA, que permite visualizar la salud del consumo interno, pese al incremento de trabajadores con empleo. En este punto, hay que señalar que una parte de la recuperación económica medida en datos macroeconómicos (PIB) se debe a la devaluación salarial registrada en los años más duros de la crisis y en las nuevas contrataciones. En otras palabras, la calidad del empleo sigue como asignatura pendiente.
No basta con recuperar en el sector industrial niveles de producción y productividad similares a los tiempos previos a la crisis, ni tan siquiera el aumento en el número total de ocupados y el consiguiente descenso de desempleados “es, sin duda, un dato positivo, pero evidencia la lentitud en la recuperación del empleo”, como señala Sara de La Rica, directora del citado Informe Laboral de la UPV. Y añade que “tras más de cien mil personas desempleadas, un aumento en el empleo tan leve como el observado revela la necesidad de apostar por una creación de empleo más sólida, para lo cual se precisa de mayor crecimiento en primer lugar, y en segundo lugar, que ese crecimiento genere importante valor añadido, de modo que requiera de un empleo de calidad”.
LA UNIÓN HACE LA FUERZA. En este punto, me tomo la libertad de recuperar una frase del escritor romano Salustio (86-34 a.C.) en la que dice Concordia parvae res crescunt, discordia maximae dilabuntur (Mediante la concordia las cosas pequeñas crecen; mediante la desunión, las cosas más grandes se derrumban). La frase, aunque tiene orígenes bélicos, ha llegado a nuestros días convertida en otra más conocida: “La unión hace la fuerza” que ilustra e ilumina muy bien el camino a seguir por economías pequeñas, como la vasca, pero con los mismos problemas que las grandes: crecimiento, empleo, consumo y bienestar.
Conviene mirar hacia el futuro más inmediato para, suturando las heridas provocadas por la crisis, implementar estrategias que permitan avanzar en la vanguardia tecnológica. No hay que ir muy lejos para tomar ejemplo y comprobar los efectos beneficiosos de semejante frase, basta con mirar la situación actual de la Asociación de Fabricantes de Máquina-herramienta (AFM) que bajo el lema “la unión hace la fuerza” está desarrollando un proyecto común que busca mejorar la posición de la industria vasca.
Recordemos que la AFM cuenta con el liderazgo indiscutible del sector vasco. Se trata de un sector estratégico al ser punto de inflexión en la producción de todo el sector industrial que representa el 23% del empleo total en el País Vasco. Y otro dato no menos significativo: las empresas vascas de la AFM dedican un 5% de su facturación a proyectos de I+D+i, lo cual garantiza un nivel de alto conocimiento tecnológico, imprescindible en los tiempos actuales.
Dicho todo lo que antecede, los resultados negativos no deben entenderse como una derrota, porque, como decía Jean Monnet: “Las verdaderas derrotas son las que se aceptan sin reaccionar”.