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Si no es por no ir

Quien viene a mover pieza es quien se ha asegurado asistir el lunes a la toma de posesión de Javier de Andrés

LOS anfitriones, de natural muy suyos, no se han saltado el protocolo por un ayayay. Siquiera rozando el larguero pero sí, la vicepresidencia territorial ha cursado la invitación correspondiente. Sin acabar de perder del todo las formas, que los 17 recursos va costando retirarlos, Sáenz de Santamaría regresa por estos lares unas semanas después. En capítulos anteriores aparece sonriente cerca del árbol de Gernika, cuando -qué txispa la nuestra- más o menos se extendió la idea de que un soterrar y un corregir sin tribunales podría ser cuestión breve. Ice Age, siempre migrando a zonas más cálidas.

Suele ser más bien porque no. Porque sí no se hacen las cosas, nunca. Los errores que unos y/u otros hayan podido acometer y en un futuro más o menos cercano al pleno de presupuestos generales enmendar, por partidas o a la totalidad, pueden devenir en asuntos resueltos a la primera de cambio, se verá. Pero sí es cierto que presentar como credenciales el erre que erre de Urquijo jauna, sin amago de guiño, como que no anima a encaminarse hacia el paseo de la Senda de Vitoria/Gasteiz, pues de atrezzo sigue el pronóstico de marejadilla a marejada con olas fuertes.

No es por tomar la figura del delegado del Gobierno en el País Vasco por peón, ni siquiera por caballo perdedor, pero quien viene a mover pieza es quien se ha asegurado asistir a la toma de posesión de Javier de Andrés. Si no fuera por momentos como estos y los días de pago daría la sensación de que hay derechos lingüísticos de parte que merecen superior batalla y vigilancia legal a los derechos humanos que el Yak-42 dejó en el monte Pilav, de puro sustanciados.

De recurso fácil a litigio cero, ahí es nada, ya estamos en tiempo de trazar la negociación con forma de honda, de ponerle cifras a una relación política que cuesta actualizar, tantas veces a base de no y no, que no.

Carlos Urquijo se ha quedado en el apartado de actividades lesivas para los derechos de propiedad intelectual e industrial, mira que se luchó por la despenalización total de la práctica mantera y de quienes milagrosamente parece que sobreviven gracias a ella, qué formas desproporcionadas por hacerlos desaparecer. Con la ley en la mano y todo el respeto a la normativa vigente se acaba pagando caro dedicarse a actividades ilegales, hace un daño tremendo a la cultura, mismo con todos los papeles en regla. Siempre aparece alguien -miau- que consigue ponerle el cascabel al gato.