Las piruetas populistas que protagonizan la política actual permiten decir que en Estonia han vuelto los rusos. No los de Putin o Stalin, sino los diputados de la gran minoría rusófona del noreste del Estonia, la nación báltica que cuenta con el mayor porcentaje de población de origen e idioma ruso (algo más del 25% del 1.300.000 de habitantes que tiene el país).

Hasta ahora, esta minoría se había articulado políticamente en el Partido del Centro -que dirige Edgar Savisaar, de 66 años- y en el Parlamento de Tallin era algo así como “el puntal eterno de la oposición”, con la cuarta parte de los escaños. Savisaar no hacía política filo moscovita, sino que se dedicaba ante todo a defender los intereses de dicha minoría. Para devaneos internacionalistas Rusia es hoy por hoy aún demasiado débil y Estonia, demasiado poco apetecible para incitar el expansionismo ruso.

Pero el tercer lunes de noviembre de este año se produjo la gran revolución electoral que dio el poder parlamentario y la presidencia de la República al Partido del Centro.

En realidad, más que una revolución electoral lo que paso en Tallin fue un colapso de las estructuras de siempre, El pequeño Partido Reformista, de ideología liberal, había sabido manipular hasta ahora la alergia política a una alianza con los del Centro para encabezar él todas las coaliciones gubernamentales, llevándose más prebendas de las que le correspondían por su número de diputados. Y súbitamente, los socialdemócratas y el Partido Popular decidieron en estos comicios que lo malo no era la nebulosa actitud del Partido del Centro en cuanto a los futuros vínculos de Estonia -miembro de la OTAN- con la Rusia de Putin ni la serie de turbios escándalos financieros que salpican la trayectoria pública de Savisaar, sino la preponderancia del pequeño partido liberal, el Reformista.

Así que, ahora en Estonia el jefe del Gobierno es precisamente Savisaar al frente de una coalición con socialdemócratas y los populares (en cuyo seno se agita un radicalismo conservador rampante) para dejar como oposición parlamentaria únicamente al pequeño grupo de diputados reformistas.

Y consecuentemente, la primera decisión importante de la nueva coalición ha sido que Estonia -la nación de menor deuda pública de la eurozona- haya decidido tomar enseguida grandes créditos para el desarrollo de sus infraestructuras.