Me parece que Ter Stegen es un portero con vocación de showman, o cuando menos con ínfulas, dispuesto a estar en boca de todos ahora que por fin tiene la titularidad absoluta como cancerbero del Barça, precipitando la salida del chileno Claudio Bravo al Manchester City (donde cobrará el doble, dicho sea de paso). Para demostrarle a Luis Enrique lo bien acertada que fue su elección, el joven meta alemán ofreció toda una exhibición de toques y fintas con la pelota en los pies, como si fuera un antiguo defensa escoba. La estrategia parecía clara: ya que el Athletic presionaba la salida del balón, Ter Stegen también debía participar en el rondo azulgrana, hasta el punto de que la criatura superó los 46 pases, la mayor marca registrada hasta ahora desde que en la Liga se contabiliza este tipo de estadística con los porteros. Me acordé de René Higuita, aquel espectacular arquero colombiano de los noventa, un portero-líbero tan genuino y didáctico que inspiró a la FIFA la norma de prohibir la recepción del balón con las manos cuando el pase es de un compañero. También me acordé del espectacular gol desde el centro del campo que le cascó San José a Ter Stegen hace un año, en la festejadísima Supercopa, pues eso siempre ayuda a subir el ánimo en época de zozobra. Así que de tanto andar con fuego, el guardameta barcelonista estuvo a punto de quemarse. Pero Beñat interceptó un envío a Busquets con la perra suerte de estampar la pelota contra el rostro de Marc-André en vez de estrellarla en el fondo de la red.
El hombre ya no cometió otra pifia semejante, ocurrida sobre el minuto diez, pero nos acordamos el resto del partido de esta circunstancia: lo que pudo ser y no fue, verbigracia Ter Stegen, que cometió un fallo espantoso, pero luego supo dar la cara, y esto es literal.
Cuando se pierde por la mínima nos sale a relucir la memoria selectiva, actitud consustancial al hincha, y por eso rebajamos en importancia las ocasiones que tuvo Luis Suárez, por ejemplo, hasta el punto de rayar la desesperación y poner el grito en el cielo. Y por descontado: el penalti de Rakitic a Muniain fue como una casa, aunque el menudo centrocampista navarro expresara un dolor escandaloso agarrándose una zona ajena al punto donde confluyó la alevosa patada del croata.
Gorka Iraizoz, en cambio, pasó prácticamente desapercibido, y eso que enfrente estaba el grandísimo Barça, probablemente el mejor equipo del mundo. En el gol blaugrana poco pudo hacer por evitarlo, y en general estuvo sobrio, lo cual enfatiza la impresión del hincha: lástima lo de Beñat, obviando de nuevo la mala puntería que, afortunadamente, tuvieron los futbolistas azulgranas, comenzando con Messi, que se fue de vacío. En consecuencia, se deduce que Iraizoz seguirá defendiendo la portería rojiblanca en el próximo encuentro, aunque Ernesto Valverde tenga dicho que está dispuesto a alternar a los tres porteros (Iraizoz, Kepa y Herrerín) a lo largo de la temporada, algo realmente inusual. O bien está convencido de que los tres son muy buenos o recela de todos.
Son ese tipo de ocurrencias con las que de vez en cuando sorprende el técnico rojiblanco, como apostar por Eraso relegando al banquillo a Raúl García, cuya salida en la segunda parte dinamizó el juego del Athletic, alentando las esperanzas sobre un buen resultado, toda vez que el equipo bilbaino mantenía su capacidad de competir, aunque las cosas no salieran bien, y acogotando al sideral Barça. Paradigmática fue la actitud de Markel Susaeta, que cumplía 400 partidos con el Athletic se le notaba especialmente motivado, aunque apenas diera una a derechas, y por eso se llevó una tarjeta por arrearle por detrás al turco Arda Turan en señal de impotencia. Cuando Susaeta fue sustituido por Muniain, se acomodó en el banquillo jadeando. Estaba extenuado.
Pasó el Barça y el Athletic perdió de aquella manera, dejando un regusto agridulce, lo cual se repite sistemáticamente. Pero también queda lo más visible. Los cero puntos en el casillero y un alarmante problema para marcar goles, igualito que la pasada temporada, que sin embargo terminó espléndida.