dESPEJEMOS primero una incógnita... hasta donde dicta al menos la lógica. Era una votación secreta, pero no tanto. Si el nacionalismo vasco y catalán ha permitido el actual reparto en las mesas del Congreso y el Senado, aunque no lo digan abiertamente, solo hay dos posibilidades: o han conseguido algo a cambio o la alternativa era peor. O las dos cosas al mismo tiempo. En unas Cortes tan fragmentadas todo cuenta y ser pequeño obliga a buscar el hueco.
A Pablo Iglesias le parece que el bacalao está vendido porque, después de la sesión de ayer, dice que el apoyo de Ciudadanos al PP y una abstención de CDC y PNV para investir a Rajoy como presidente está cantado. Lo dice, claro, como dice las cosas el dirigente de Podemos, como si no jugar con sus reglas y en su campo fuera algo parecido a una traición. No debería olvidar que cada partido, también los señalados por él, responde ante sus votantes y no ante los deseos de Podemos.
Si no ha habido una alternativa distinta está, en gran medida, en el campo de quienes debían articular esa mayoría; es decir, en Podemos y en el PSOE. Ambos, en lugar de señalar a terceros, deben examinar cuál va a ser su relación y si están dispuestos a una hipotética acción conjunta en la legislatura. Y si así fuera, si están dispuestos a contar con nacionalismos, vasco y catalán, a los que ayer llaman a desalojar, hoy a colaborar y mañana ya veremos.
En una cosa tiene razón Iglesias: el aperitivo de ayer da idea de por dónde va a ir el menú principal. Todo apunta a que Rajoy, al estilo Rick en la célebre Casablanca, le ha dicho Rivera “Albert, presiento que este es el comienzo de una gran amistad”. A partir de ahí, la cuestión está en comprobar si Ciudadanos escoge ser el llavero del PP o su Pepito Grillo.
Si se mantienen algunos de los acuerdos básicos que se alcanzó en la legislatura anterior al 20-D, la oposición ya tiene una tarea por delante para ejercer su papel. Es ahí donde C’s debe decidir: Lomce, Ley Mordaza, Reforma laboral, etc. Insisto, eso solo puede ocurrir si el agitado patio de la izquierda española se dedica a opositar a la derecha y no a las peleas intestinas. Quizás sea mucho pedir.
Una consideración más: ya venían apuntando maneras tras el 20-D, pero visto cómo han actuado Ciudadanos y Podemos en sus negociaciones para la constitución de las mesas de Congreso y Senado, oficialmente podemos decir que la llamada “nueva política” ha durado lo mismo que el destete del bebé de Carolina Bescansa. Ayer no hubo criatura y las novedades ya no lo eran. Volvimos a la política clásica.