FP vasca y europa: escenarios inauditos
EL fenómeno climático conocido como calentamiento global también afecta a la economía, donde los síntomas de recuperación y las previsiones poco halagüeñas conviven dentro de un ritmo errático y complejo que lo mismo permite levitar hasta el Olimpo del optimismo como abre las puertas al inframundo pesimista. Así lo vamos comprobando semana tras semana. La última no iba a ser una excepción. En todo caso, el inicio de la campaña electoral añade más turbulencias mediante las consabidas promesas y las obligadas encuestas que ponen el foco informativo en intereses partidistas y balances anuales. En consecuencia ambiente volátil en cualquier escenario.
El primero de ellos nos lleva al marco laboral vasco. Asistimos a la liturgia estadística que pone en valor la reducción del paro, pero se pone poco énfasis en la creación de empleo. Hay que insistir una vez más y recordar que la magnitud de una crisis se mide, entre otros datos, por la destrucción de empleo. Por tanto, los síntomas de recuperación deben ser aquellos que hablen de la creación de puestos de trabajo. No es suficiente decir que ha terminado la crisis mientras no se recupere el tejido laboral y el poder adquisitivo de la sociedad.
Es cierto que, por ejemplo, tanto el Eustat como el INE destacan la fortaleza del sector industrial vasco con porcentajes de crecimiento muy esperanzadores (aunque sus cifras sean distintas). Mantener durante los últimos seis meses una tendencia alcista en la producción industrial significa que se consolida el cambio de ciclo. En consecuencia, las previsiones pueden ser positivas en el corto plazo y así debiera ser también en los próximos años, si no fuera por ese déficit estructural que se detecta en la formación profesional, tal y como esta misma semana han puesto de manifiesto representantes del Gobierno vasco.
Dadas las actuales cifras de desempleo en Euskadi (más de 150.000 personas según el INE) resulta inaudito pensar que dentro de tan sólo dos años no se pueda cubrir la oferta de puestos de trabajo que requieren una formación específica no universitaria. Es evidente que algo no se está haciendo como se debiera. La economía vasca tiene como raíz y núcleo fundamental al sector industrial. Así ha sido durante el pasado siglo XX y así seguirá siendo en la actual centuria.
En este contexto, resulta incomprensible que pueda darse ese déficit para cubrir la prevista y numerosa oferta de empleo, máxime cuando buena parte del colectivo de parados y paradas podría acceder a un ciclo de FP que les permita cubrir la oferta de trabajo que se genere por la recuperación económica y por el lógico relevo generacional.
Ampliamos el campo de acción para centrarnos en la eurozona, ya que esta semana se ha conocido la ampliación del multimillonario programa de compras de activos por parte del BCE, al menos hasta marzo de 2017. Significa inyectar un mínimo de 360.000 millones de euros. Se trata de un nuevo estímulo monetario para apuntalar la anémica recuperación mediante el consumo y evitar los signos de congelación de precios.
Estas medidas, junto a los bajos tipos de interés, eran inconcebibles hace una década, sin embargo, parecen insuficientes para los mercados europeos de renta variable que el jueves registraron un fuerte desplome cuando conocieron las intenciones de Draghi. En realidad vienen a confirmar que el enfermo (economía europea) no responde como se esperaba a la respiración asistida (estímulos monetarios y fiscales) que recibe. El problema nuclear de Europa reside en que los dirigentes económicos (FMI, por ejemplo) y financieros (fondos de inversión) no tienen responsabilidad política alguna, mientras que la cúpula europea (Comisión y BCE) se mueven al ritmo de los socios más poderosos.
Todo ello, el déficit estructural vasco en la FP y la incertidumbre sobre la economía europea, sólo puede interpretarse como un mal síntoma.