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Débil eres tú, cabrón

HAY una delgada línea que traza la frontera entre la agresión y el maltrato, siendo ambas dos perversiones de fea catadura. Quiere decirse que mientras la agresión se define por la lesión que provoca, el muro del maltrato se levanta con palabras duras como ladrillos, con el sometimiento, la humillación, el dominio, el miedo o la esclavitud.

Hoy acompaña esta columna al coche fúnebre de la información que le precede como si fuese un deudo. Viaja a su lado en silencio porque el dolor inflingido sobre otro ser humano duele como un puñetazo en el mentón, porque el abuso, la mano larga o el sometimiento sobre alguien que aún está a primeros de mes de la vida no tiene perdón. ¿En nombre de quién o de qué alguien se arroga esa triste condición? ¿En nombre de quién o de qué uno tiene derecho a levantar la mano sobre la otra...? Escúchame tú, cabrón con pintas. Escúchame bien. El débil eres tú. Porque tras cada caso de dependencia emocional que se ha descrito, tras cada mujer sobre la que tú crees tener todo el derecho porque te ama, está tu debilidad. Tú dependes de la víctima, tu autoestima reside en la dominación. Ese es tu triste destino: no existir sin ella. Ese y la cárcel que pisarás un día cualquiera. Seguro.

En según qué individuos hay un ansia irracional de dominio, de control y de poder sobre la otra persona; esa es la fuerza principal que alimenta la violencia doméstica entre las parejas, es brutalidad íntima que merece el mayor de los desprecios. ¿Acaso no sabes, si aún continúas leyendo y no te has manchado las manos con sangre por enésima vez, que la violencia es el último recurso del incompetente...? Lo dijo Isaac Asimov, un hombre sabio. Lo dijo pensando en ti. No sé si alcanzarás a entenderlo: nadie puede pensar y golpear a alguien al mismo tiempo.

Es un error mayúsculo pensar que la violencia es una fuerza. Nadie hay más enclenque de mente que aquel que defiende su punto de vista dejando ojos morados; que aquel quien no da su brazo a torcer retorciendo otros; que aquel que demuestra su amor a odio limpio, denigrando al ser amado.

El amor no tiene jaula. También el amor romántico, ese al que tachan de utópico en la entrevista que acompaña a estas líneas. No es eterno, ni perfecto ni nos viene a salvar de nada, dice una voz autorizada. Es cierto que el amor confunde a veces, que le envuelve a uno en una sensación extraña y placentera. Pero pegar es antónimo de amar. Quien lo hace en nombre del amor lo traiciona. Y no creer en él sería darle la victoria a ese traidor.