Síguenos en redes sociales:

Miniaturas persas

LA parodia de drama parlamentario que precedió en Teherán la ratificación, a mediados de octubre, del tratado de nuclear de Viena (14 de julio 2015) parece una de esas miniaturas persas que aman los bibliófilos : lo que cuenta no es el conjunto de la ilustración, sino los detalles.

En este caso, los detalles -los largos debates y abundantes críticas al tratado- vienen a confirmar una verdad más que sabida: en el Irán sólo se hace lo que quiere el Líder Supremo, el ayatolá Khamenei. Lógicamente, este ha cuidado desde el primer día de su mandato quitarse de encima cualquier eventual competidor. Y, hoy por hoy, los rivales potencialmente más peligrosos para Khamenei y los ayatolás ultraconservadores son el presidente Hassan Rouhani y su ministro de Exteriores, Javad Zarif, que encabezan el aperturismo iraní.

Khamenei permitió que los ultraconservadores se desahogaran en el Parlamento recitando todos los defectos que tenía y podría tener el Tratado de Viena y todas las desgracias que le acarrearían al país. Esa válvula le ha servido doblemente a Khamenei.

Por una parte, hizo más llevadera la aprobación del Tratado para los conservadores que se resistían a reconocer que las sanciones económicas occidentales -que seguirían sin la ratificación- llevarían el Irán al borde de la bancarrota. Y por otra parte, la pantomima parlamentaria donde el Tratado fue aprobado por una magra mayoría (161 votos de los 290 diputados) ha supuesto un fuerte desgaste de Rouhani y todos los partidarios de un aperturismo político, social y económico del Irán.

Y a cuatro meses vista de las próximas elecciones legislativas, desacreditar a opositores, disidentes y progresista es una medida preventiva irrenunciable?, amén de un recordatorio : en el Irán se hace sólo lo que quiere el ayatolá Khamenei.