el lema escogido por ETB para su nueva programación (Más que nunca / Inoiz baino gehiago) tiene ese puntito polisémico que tanto nos gusta a los publicitarios y también a los políticos, dos profesiones opuestas que se asemejan en su febril afán de construir frasecitas. El eslogan es voluntarista, porque es obvio que la radiotelevisión vasca no puede hoy ofrecer más novedades que otras temporadas, lastrada por unos presupuestos restrictivos. Sin tela no hay tele. Y es una llamada a la épica para que, ahora con más motivo que en otras épocas, el país se comprometa con sus medios públicos, por razón y emoción. Hay que resistir apasionadamente a la crisis y plantar cara a la brutal competencia de las grandes cadenas: ese el mensaje que los espacios que se estrenan y el mantenimiento de los productos básicos de la casa.

Todo está condicionado por la dualidad de ETB, el reparto de esfuerzos en dos canales separados por el idioma, y ninguno quiere ser menos que el otro. Aquí las dificultades se multiplican por dos, a la vez que la inversión se divide por mitades. Por eso, hay que valorar el esfuerzo de los realities, concursos, debates, series y demás novedades, como también su propósito de singularidad, que consiste en ser auténticos y hacer las cosas a la vasca, para una sociedad diferenciada. Falta que la dirección sea paciente y espere a que las ideas fructifiquen en audiencias.

ETB no puede rivalizar en el nivel superior, duopolizado por Telecinco y Antena 3, al igual que el Athletic se aleja cada vez más del Barça y Real Madrid. Pero cabe ser determinantes por talento. ¿Para cuándo la definición de un modelo renovado de nuestros medios públicos? ETB tiene que ser la televisión de los vascos y más ciudadana que institucional. La tele de los vascos de aquí y los vascos que viven fuera. La de los nuevos vascos, venidos de otros países. La televisión que acompañe y refleje los cambios sociales. Por favor, sed creativos y acaso temerarios. Imaginar es la disposición arriesgada a hacer realidad lo que aún no existe.