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Triángulo infernal: Turquía-EE.UU.-PKK

EL gran protagonista de la política turca actual, el presidente Tayyip Erdogan, es también el gran problema político del país. Y no por su ideología o radicalismo, sino por su carácter. Porque nadie duda de su patriotismo pasional, su religiosidad firme (y aún moderada), o su respeto a los principios democráticas? ¡ mientras estos no se le crucen en el camino ! Y es que en los genes del presidente turco la querencia a identificar el poder con el absolutismo es irrefrenable.

Esta intolerancia frente a disidentes y opositores constituye la razón de la violencia con que reprimió las protestas municipales de Estambul o -para ser más actual- la espantada dada a todos los acuerdos establecidos con la minoría kurda y el PKK (Partido Comunista Kurdo), la organización política y militar más poderosa de esta etnia.

Erdogan tragó quina en el pasado cada vez que hizo concesiones políticas a los kurdos y acabó siempre por incumplir lo prometido, pero sin pasar a mayores? si se exceptúa alguna que otra operación militar de castigo. Pero, cuando en las recientes elecciones parlamentarias, el partido kurdo HDP entró contra todo pronóstico en el Parlamento de Ankara frustró -por impedir con su presencia una mayoría constitucional del partido presidencial- que Turquía se transformase en un país presidencialista, la gran ambición de Erdogan, este rompió la baraja democrática.

Y como no podía echar al HDP del Parlamento, procedió a la eliminación o debilitamiento de los guerrilleros del PKK (los peshmergas) del escenario militar del Oriente Medio. Este paso es obligatorio para un nacionalismo turco radical, ya que al armar y entrenar los Estados Unidos recientemente a los peshmergas para que luchen contra los mercenarios del Estado Islámico, las reclamaciones autonómicas kurdas en Turquía adquirían fuerza militar, además de la parlamentaria. Es decir, ya no podían ser sometidos al ninguneo político que les aplicó Erdogan durante todos sus mandatos.

Los Estados Unidos, que necesitan imperiosamente las bases militares turcas para controlar la situación bélica del Oriente Próximo, no han tratado de frenar la agresión turca contra los peshmergas. En primer lugar, porque estos no han respondido a los bombardeos de Erdogan abandonando la lucha contra el Estado Islámico y siguen luchando. Y también, porque a Washington tampoco le entusiasma la perspectiva de un comunismo kurdo militarmente importante; al fin y al cabo, el PKK sigue figurando como organización terrorista en los archivos del Departamento de Estado.