la irrupción del Estado Islámico (EI) en la política -y guerras- del Oriente Próximo está generando una serie de cambios trascendentales en esa parte del mundo, unos cambios que han pasado casi inadvertidos para la mayor parte del público occidental.
La nueva constelación política surgida gira en torno a dos ganadores y un perdedor : la etnia kurda, el Irán y el islamismo turco de Erdogan, respectivamente.
Así, los kurdos -unos treinta millones de personas residentes en cuatro naciones: Turquía, Irán, Siria e Irak -, que debido a sus disensiones políticas nunca pasaron de un miniprotagonismo local, ahora son actores principales en el escenario bélico (al alimón con los iraníes, infringieron las mayores derrotas al EI) y pieza clave en la política nacional turca.
Allí, por vez primera un partido nacional kurdo, el HDP (Partido Democrático de los Pueblos) ha logrado entrar en el Parlamento de Ankara, poniendo así fin a la serie triunfal de Erdogan y su partido -AKP-, quienes a partir de ahora no pueden ya gobernar con una mayoría absoluta. El triunfo del HDP, sucesor nada lejano del Partido Comunista kurdo, se explica por una inusitada solidaridad étnica -la mayor parte del voto kurdo en los recientes comicios turcos vino del millón y medio de kurdos conservadores- y la captación de las izquierdas turcas que hasta ahora se han opuesto sin éxito al islamismo del AKP.
Y si en el escenario nacional turco, los kurdos han alcanzado un protagonismo que los puede llevar muy lejos, en el escenario internacional han dado un paso aún mayor al pasar de “minoría ignorada” a “aliado bienquisto” de las grandes potencias. Este avance es aún más fácil de explicar que el de Turquía: Y es que en lucha contra EI, los guerrilleros kurdos han asumido la tarea dura que rehúyen los occidentales y no pueden llevar a cabo las fuerzas regulares iraquíes y sirias; la confrontación directa con los mercenarios de EI.
El tercer promovido por la irrupción del islamismo radical es el Irán, quien de proscrito nuclear (y víctima del boicot económico internacional a causa de su programa atómico) ha pasado a interlocutor reconocido y cortejado por las potencias occidentales. La normalización de las relaciones de los occidentales con Teherán es un proceso que viene de lejos, pero no se habría producido justamente ahora si el cuerpo expedicionario iraní del Irak no se hubiera enfrentado con tanto éxito y contumacia a las tropas del autoproclamado califa el Bagdadi. jefe máximo del EI.