Otro griego, la misma ideología
euclides Tsakalotos, el nuevo ministro griego de Finanzas, es la otra cara - la amable y suave - de la misma ideología del actual Gobierno griega.
Marxista, como su predecesor Giannis Varoufakis; formado académicamente en Gran Bretaña, como Varoufakis; de exigencias ilimitadas, como Varoufakis, de solidaridad del resto de la Unión Europea con Atenas sin más motivos para ello que las incompetencias griegas; sistemáticamente descorbatado, como Varoufakis, Tsakalotos se diferencia de su predecesor en el ministerio ante todo por las buenas maneras.
Ante todo y muy poco más. Tsakalotos habla impecablemente el inglés de las clases altas británicas, discute con exquisita cortesía y no se sabe que haya dado nunca rienda suelta a un exabrupto o que se haya salido de tono ante colegas, subalternos o personajes jerárquicamente superiores.
Pero Tsakalotos, nacido en el 1960, es un economista keynesiano de izquierdas y un marxista pasional. Hijo de emigrantes griegos, creció y se educó en el norte de Europa (Holanda y Gran Bretaña, con un doctorado por la Universidad de Oxford) sin superar el amargor de la discriminación y marginación que padecen los forasteros necesitados en las comunidades ricas. Esa impronta emocional ha sido tan fuerte que muchos de sus colegas de ahora y antaño creen que su marxismo es más sentimental que intelectual. Esta visión explicaría por qué Tsakalotos tenía en la universidad ateniense donde enseñaba Economía (tras haber ocupado hasta 1993 esa cátedra en la Universidad de Kent) un enorme cartel con la efigie de Che Guevara.
En las negociaciones de Bruselas, cómo en la elaboración de las directrices de la economía griega, Tsakalotos intenta hallar una fórmula a caballo entre los argumentos objetivos y el patriotismo. Y si bien coincide más a menudo con sus colegas occidentales que con su propio Gobierno (Tsakalotos apoyó siempre con la boca chiquita los desplantes de Tsipras - la ruptura de las negociaciones y la celebración del referendo-, en público respaldó incondicionalmente a su jefe de Gobierno.
Pese a ello, no ha logrado convencer hasta ahora ni a los unos ni al otro de sus postulados: de que, para recuperarse, Grecia ha de dejar de ser un país de salarios bajos y productos baratos. O de que la estabilización económica de Grecia no ha de ser el resultado de las reformas y superación de la crisis, sino al revés.