Las penas con pan
SE consumó la perfidia e Iker Casillas tuvo que dejar su amantísimo Real Madrid por la puerta de atrás, él, que tanta gloria ha procurado al club blanco a lo largo de sus 25 años de servicio, 16 en el primer equipo, dejando tras de sí una estela de 19 títulos, con tres Champions y cinco ligas. Es curioso observar cómo se ha gestado la marcha de tan egregia figura. En su despedida no asomó ningún mandamás del club, lo mínimo indispensable tratándose de un ídolo merengón, aunque solo sea para guardar las formas en una entidad tan remilgada. Y sin embargo el Madrid transfiguró su web con la estampa del guardameta sobre la diosa Cibeles, elevando al cielo el trofeo de la Liga de Campeones y un sucinto mensaje: Gracias Iker.
Majestuoso.
Luego le tocó el turno al susodicho, que compareció en mangas de camisa ante una multitud de periodistas, completa (y calculadamente) solo; a media luz y agarrando un papel concienzudo, pues ahí se resumía toda una vida: “Son treinta segundos (de lectura) pero tardaré casi una hora”, advirtió Iker mientras las primeras lágrimas se despeñaban desde sus ojos.
Como se esperaba, Casillas recitó una oda al madridismo concluyendo con el siguiente colofón: “Allí donde vaya”, de momento al Oporto, “seguiré gritando: ¡Hala Madrid!”.
¡Que se besen...! pero, claro, ahí no estaba Florentino Pérez, ni en su defecto Emilio Butragueño, director de Relaciones Institucionales del club, y nos acordamos de su señora, la guapísima Sara Carbonero, que tampoco estaba, y el morreo que le estampó a la reportera cuando ganó el Mundial de Sudáfrica con la selección española hace justamente cinco años. Porque esa es otra. El asunto Casillas ha desatado un vendaval en los espacios deportivos, pero no es menor el terremoto provocado en el proceloso terreno de la prensa rosa y adyacentes.
Sí. El buen mozo se marcha a bregar bajo la portería de Os Dragoes, pero ¿y ella? ¿Qué va a pasar con su carrera periodística? ¿Y esa tierna historia de amor que tan candorosamente cultivan y propalan?
Las primeras informaciones apuntan a que Sara está renegociando con Telecinco sus condiciones laborales, de tal forma que durante la semana pueda vivir en Oporto junto a Martin, el hijo, y su querido cancerbero y ejercer de presentadora los fines de semana. De lo contrario, Carbonero se planteará solicitar una excedencia laboral.
Ahora bien, resulta evidente que esta hermosa despedida apenas puede ocultar la estridente realidad. Es decir, que el Madrid hace tiempo que le dijo a Iker Casillas que se busque el sustento en otro sitio, porque habrá sido muy Santo años atrás, pero ahora se ha convertido en un grano en salva sea la parte para la planificación del futuro madridista. Tampoco Casillas se ha ido por las ramas. Mucho lagrimón y ¡Hala Madrid!, pero no me iré sin cobrar hasta el último euro de los dos años de contrato que aún restan por cumplir, así que o sueltas Florentino la pasta -unos 15 millones de euros netos- o aquí me tienes, In sécula seculórum, amén, y al que no le guste que coma ajos. Y vaya si ha cobrado, y por eso le han proyectado deliberadamente esa sensación de soledad en el adiós y una indisimulada imagen de pesetero. No crean que la Carbonero se queda de rositas en todo este embrollo, pues aprovechando la celebridad que le ofrece su romance se ha convertido en una famosa de primer orden, de tal forma que, además de presentadora televisiva, se lo ha montado ejerciendo de estilista y diseñadora. Y el palmito no luce con el mismo esplendor fuera de la luminaria blanca, a ritmo de fado y cubierta de melancolía portuguesa.
Se van apagando los ecos delculebrón Casillas, más que nada porque ya se ha cerrado y porque hay que dejarle sitio a la segunda parte del exitoso vodevil Sergio Ramos y qué hay de lo mío presi o mira que me voy al Manchester.
Entre tanto frenesí se nos marcha el entrañable Gaizka Toquero. Con más discreción. Consciente de que ya no da más de sí, aunque también con el bolsillo caliente, y convertido igualmente, a su manera, salvando las distancias, en un icono. Cómo supo tocar nuestra fibra pasional.