LA consecuencia más ingrata -a larga distancia y tiempo- del conflicto ruso-ucraniano la está padeciendo? ¡China! Y ello, no por razones diplomáticas o financieras, sino militares.
Y es que la República Popular China, con el segundo mayor presupuesto militar del mundo, depende en grandísima medida de las industrias militares de Rusia y Ucrania para el desarrollo y mantenimiento de sus propias fuerzas armadas. El 68% de las importaciones militares chinas proceden actualmente de Rusia.
Desde los años de la guerra fría, Pekín basó el equipamiento de su Ejército en el suministro y, sobre todo, de material y tecnología soviéticos. El desmembramiento de la URSS tras el hundimiento del comunismo no causó mayores problemas para los chinos porque la ingente industria militar del desaparecido país siguió funcionando perfectamente y al alimón en las nuevas repúblicas ucraniana y rusa. Estas asumieron direcciones divergentes (Moscú apostó por alta tecnología y armas muy sofisticadas en tanto que Kiev echó el resto en ofertas de productos muy pesados y en adaptaciones y evoluciones de las tecnologías rusas), pero manteniendo una cooperación y coordinación como en la época soviética.
Naturalmente, esta sinergia está ahora en suspenso y no solo le creará en un futuro próximo quebraderos de cabeza a Pekín, sino que en Rusia los políticos empiezan a inquietarse ante el hecho de que están mejorando grandemente las fuerzas militares de un enemigo en potencia.
Claro que en estos momentos los problemas más urgentes los tiene China. Así, por ejemplo, sus aviones de combate más poderosos vuelan con motores rusos (así, el FC 31, con propulsores Klimov) y están armados con misiles aire/aire de fabricación ucraniana. Y ucranianos son los motores diesel de gran parte de sus tanques, las turbinas de gas de sus destructores, los dos únicos deslizadores de aire de la Marina china. Por cierto, el segundo de ellos fue entregado precipitadamente, con muchas pruebas de navegación pendientes, porque los astilleros donde se construían estaban en Crimea y era evidente que la península iba a ser ocupada y anexionada por Rusia.
Y dado el tejido fabril y la infraestructura industrial china, el país no tiene actualmente la capacidad de crear y producir armas y equipamientos militares de un nivel similar al que compraba hasta ahora a Ucrania y Rusia. Para Ucrania, en cambio, corre el riesgo de perder toda su industria militar si las relaciones con Moscú siguen siendo de confrontación abierta. No solo perdería así los beneficios de la sinergia antes mentada, sino que el presupuesto militar ucraniano -muy inferior al polaco, por ejemplo- no puede generar pedidos lo suficientemente importantes como para mantener este sector industrial.