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Deuda griega: ¿No quieren o no pueden?

LA gran pregunta que planea sobre la deuda estatal griega es la de saber si Atenas no quiere o no puede atender sus compromisos. O si ni puede ni quiere, que se lo que cree actualmente la mayoría de los acreedores.

Evidentemente, el desenlace de la crisis financiera griega dependerá de cual sea la respuesta a estas preguntas. Antes de la llegada de Syriza -la coalición de izquierdas primitivas- al poder en Atenas, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional creían que el Gobierno griego no podía atender toda su deuda, aunque con más ayudas ajenas y sacrificios propios podría -a la larga- hacer frente a un buen porcentaje de los compromisos adquiridos. De ahí las largas negociaciones, las quitas y la predisposición de conceder más préstamos.

Pero el populismo del primer ministro Tsipras y las incongruencias del arrogante ministro de Finanzas, Varoufakis, alarmaron por un igual al FMI y a Bruselas. En contra de lo que iba insinuando Atenas, los acreedores han ido negociando -con dureza creciente- con el Gobierno griego. En parte, por la esperanza de que a la hora de la verdad (que es a primeros de junio, cuando Atenas no podrá pagar ni siquiera los salarios de los funcionarios y las pensiones si no recibe nuevos créditos), Atenas emprenderá las reformas que le exigen. Y en mayor parte, por el miedo a que una bancarrota griega desemboque en una salida del país de la UE y del euro, poniendo en entredicho todo el tinglado político-económico de la Europa de los 27.

A finales de mayo, la inmensa mayoría de los dirigentes europeos y del FMI creía que Tsipras actúa de mala fe y que en realidad todo su programa económico no consiste más que “marear la perdiz” de los acreedores.

Y es que una de las bazas exhibidas con mayores aspavientos por Varoufakis y Tsipras para dar credibilidad a su “nueva política económica” era la lucha radical contra la evasión fiscal. Pues bien: de aquellas promesas la realidad con Syriza es que de 2.062 casos de fraude fiscal que habían sido denunciados hace cinco años por los Gobiernos tradicionales, ¡Syriza sólo ha investigado 49 y detectado desfalcos por valor de 31 míseros millones de euros! En Alemania, donde las piruetas griegas no encuentran ninguna comprensión, se interpreta este dato como una prueba irrefutable de que Syriza ni puede ni quiere atender sus compromisos financieros internacionales.