la gran pregunta que planea sobre la deuda estatal griega es la de saber si Atenas no quiere o no puede atender sus compromisos. O si ni puede ni quiere, que es lo que cree actualmente la mayoría de los acreedores.

Evidentemente, el desenlace de la crisis financiera griega dependerá de cuál sea la respuesta a estas preguntas. Antes de la llegada de Syriza -la coalición de “izquierdas primitivas”- al poder en Atenas, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional creían que el Gobierno griego no podía atender toda su deuda, aunque con más ayudas ajenas y sacrificios propios podría -a la larga- hacer frente a un buen porcentaje de los compromisos adquiridos. De ahí las largas negociaciones, las quitas y la predisposición de conceder más préstamos.

Pero el populismo del primer ministro Tsirpas y las incongruencias del arrogante ministro de Finanzas, Varoufakis, alarmaron por un igual al FMI y a Bruselas. En contra de lo que iba insinuando Atenas, los acreedores han ido negociando -con dureza creciente- con el Gobierno griego. En parte, por la esperanza de que a la hora de la verdad (que es a primeros de junio 2015, cuando Atenas no podrá pagar ni siquiera los salarios de los funcionarios y las pensiones si no recibe nuevos créditos) Atenas emprenderá las reformas que le exigen. Y en mayor parte, por el miedo a que una bancarrota griega desemboque en una salida del país de la UE y del euro, poniendo en entredicho todo el tinglado político-económico de la Europa de los 27.

A finales de mayo, la inmensa mayoría de los dirigentes europeos y del FMI creía que Tsirpas actúa de mala fe y que en realidad todo su programa económico no consiste más que “marear la perdiz” de los acreedores.

Y es que una de las bazas exhibidas con mayores aspavientos por Varoufakis y Tsipras para dar credibilidad a su “nueva política económica” era la lucha radical contra la evasión fiscal. Pues bien: de aquellas promesas, la realidad con Syriza es que de 2.062 casos de fraude fiscal que habían sido denunciados hace 5 años por los Gobiernos tradicionales, ¡Syriza solo ha investigado 49 y detectado desfalcos por valor de 31 míseros millones de euros ! En Alemania, donde las piruetas griegas no encuentran ninguna comprensión, se interpreta este dato como una prueba irrefutable de que Syriza ni puede ni quiere atender sus compromisos financieros internacionales.