Síguenos en redes sociales:

Las cuitas del Estado Islámico

al Estado Islámico (EI) le están llegando las horas bajas. Últimamente registra más derrotas que victorias y, consecuentemente, le van menguando las finanzas y las fidelidades. Además, la rivalidad con Al-Qaeda en el área arabo-musulmana y Al-Nusra, la versión siriana de esta última, se agrava en la misma medida en que se van igualando las respectivas fuerzas militares y recursos económicos.

Esta situación era de esperar, aunque el espejismo de las victorias iniciales, fáciles y rápidas sobre enemigos mal preparados y carentes de espíritu de lucha diera la impresión de que en Oriente Medio había surgido un nuevo protagonista importante.

Pero si era de esperar que la digestión política y económica de las conquistas rápidas le fuera a resultar pesada a EI (domina un tercio de Siria y otro tanto del Irak, con un total de cerca de diez millones de habitantes entre los dos países), en cambio resulta sorprendente que Abu Bakr Al Bagdadi -el dirigente máximo de EI- intente imponerse pisando en las huellas del dictador iraquí, Saddam Hussein.

La mayoría de los cuadros políticos que administran los territorios del “califato” reclamado por Bagdadi son antiguos dirigentes del partido Baas iraquí, como la mayoría de los mandos militares con formación castrense son oficiales del antiguo Ejército de Saddam. La explicación más plausible de esta apuesta por una opción iraquí doblemente descalabrada -oficialidad y cuadros de Saddam- es que Bagdadi no dispone de nada mejor en su área de influencia ni de suficiente dinero para contratar especialistas de fuera.

Esa escasez de recursos humanos se evidencia en Yemen, un Estado en proceso de descomposición, donde la presencia del EI es “por delegación”: el grupo terrorista local Ansar al Shaaria. También en África negra (Boko Haram), Filipinas (Abu Sayyaf) y el Cáucaso (Emirato Caucásico) la presencia de EI es un puro patrocinio nominal.

Y ello, no por falta de megalomanía, sino por falta de dinero. Las pérdidas de territorios petrolíferos en el Irak septentrional y los bombardeos de los yacimientos y refinerías en manos del EI por la aviación de las naciones coligadas contra él han reducido notablemente los recursos económicos de la organización. A ello se suma que, sin dinero y con una Administración pública improvisada, la población de los territorios ocupados por EI padece cada vez más carencias e impuestos y está peor abastecida, con el consiguiente distanciamiento de Bagdadi y su “califato”. Claro que mientras en Siria e Irak sigan el caos político y las luchas fratricidas, la supervivencia de EI está garantizada para mucho tiempo.