Yemen: el gran fallo saudí
LA vertiginosa descomposición del Estado yemení se puede explicar de muchas maneras, todas parcialmente ciertas : pugna ideológica musulmana (suníes contra chiíes), forcejeo irano-saudí por la supremacía en el Oriente Medio, bancarrota del Estado yemenita, tribalismo, etc. Pero la principal razón del actual estado de cosas en el país se debe ante todo a un garrafal error político de Arabia Saudí.
Y es que desde hace decenios el Yemen, la nación más pobre del mundo árabe (más de la mitad de la población vive con menos de 700 dólares al año), ha bailado políticamente al son de los dirigentes de Riad. De los donativos saudíes dependían los Gobiernos de Saná, de las intrigas y subvenciones saudíes dependía la conducta de las tribus -y el Yemen sigue siendo en el Siglo XXI una nación tribal-, y en el Yemen dirimían las distintas facciones de la casa real saudí sus visiones de cómo había de actuar Riad en la política global de la comunidad islámica.
Han sido precisamente esas disensiones de la casa real saudí la causa de que en Riad se relegasen las tensiones yemenitas a segundo plano. No se dio importancia a las ambiciones personales de Saleh, el durante tanto años presidente del Yemen, y lo que impidió ver que el derrocamiento de éste era más aparente que real.
Saleh no sólo gobernó tantos años el Yemen porque dominaba la confederación tribal gracias a su alianza con la tribu hutí -chií, apoyada por Irán, y la más poderoso del país-, sino también porque había logrado el apoyo, interesado pero fuerte de la policía secreta y los altos mandos militares.
Esas fuerzas internas armadas, aliadas actuales de los rebeldes, así como el apoyo material iraní a los hutíes (importante, pero mucho menor que el reciben de Teherán Al Asad en Siria e Hizbollah en el Líbano), permitió que la revolución de los hutíes contra el último Gobierno legítimo yemení -el de Hadi- fuera arrolladora.
No es que militarmente el ejército saudí no pudiera derrotar a los hutíes, pero las complicadas implicaciones tribales de toda la Península Arábiga frenan las tentaciones de Riad de una intervención exclusivamente suya, directa y masiva en el Yemen. También el hecho de que las Naciones Unidas se resistieran a intervenir militarmente allá, limita el alcance de la agresión directa saudí. Riad apela ahora a la comunidad de Estados del Golfo Pérsico, unos aliados tan complicados como dubitativos. Sin olvidar que hasta ahora ninguna guerra llevada cabo exclusivamente desde el aire haya dado resultado.
De ahí que el viejo recurso de la corrupción y los donativos siga pareciendo la mejor solución?, si no fuera porque la competencia con Irán por la hegemonía islámica ha encarecido enormemente la ‘diplomacia de la mordida’.