La imagen como pretexto, Por Julián Goikotxeta
ESTABA echo un pincel Cristiano Ronaldo para recibir el Balón de Oro y en pleno ceremonial no se le ocurrió otra cosa que arrojar un grito gutural que recorrió el mundo. Las redes sociales pusieron en boca de todo tipo de animales el espantoso berrido del portugués hasta convertirlo en un fenómeno bufo. Supongo que lo tendría pensado y muy ensayado, pues el hombre, cuando se pone, se pone de verdad. Virtuoso del balón y portento físico por ambición y machaque muscular, está obsesionado por trascender en el ámbito futbolístico, ya que aspira a convertirse en el mejor jugador de todos los tiempos, y así lo reiteró el día del estrambótico aullido. Pero además le interesa muchísimo el asunto de la imagen. Lo demuestra con la puesta en escena que realiza para cada partido, y la gestualidad consecuente, muy estudiada, probablemente destinada a enardecer a las tribus madridistas y horteras en general cuando celebra un gol, procurando al mismo tiempo provocar irritación en los clanes rivales. Así que me lo imagino pasando horas delante del espejo susurrándole: ¿Responde sin tibieza amigo, acaso hay otro mejor que yo?
“Sobre el grito de marras he observado en youtube a una cabra que te imita pero que muy bien, y con respecto a lo otro, ¿has visto cómo juega, que golazos está marcando Lionel Messi? Mucho me temo que para el próximo Balón de Oro...”
No ha transcendido si el insolente espejo acabó partido en añicos, pero es cierto que gracias sobre todo a Cristiano Ronaldo y otros personajes secundarios el asunto de la imagen ha entrado a formar parte del acervo futbolístico de la época, ya sea para lucir estampa de macho a través de la televisión o como recurso conceptual, y me estoy acordando del inefable Joaquín Caparrós, que ha sido víctima de su propia filosofía existencial.
Seguro que recuerdan el “déjate de imagen, clasificación amigo” que argumentó el técnico andaluz en respuesta a cómo ganó el Athletic a Osasuna (1-2) en El Sadar, en la temporada 2010-11, la última en la que el técnico andaluz estuvo al servicio del club rojiblanco. Fue un partido tosco, pero muy eficaz. Dos ocasiones, dos goles y a casa con tres puntos de oro. Como saben, Caparrós logró espantar las angustias que azoraban al Athletic, pero en su cuarta temporada la afición pidió más. Exigió ganar deleitando, y eso no combina con el look que propone el sevillano.
En el Granada, en cambio, tan solo le pedían que fuera lo más caparrosiano posible, pero no hubo manera. Resulta que desde que el conjunto nazarí ganó en San Mamés en la cuarta jornada no ha vuelto a conocer la victoria. Último clasificado de la división, Caparrós fue destituido el pasado viernes.
Las vueltas que da la vida. Cuando a falta de más argumentos la hinchada implora al Athletic que se ponga cuanto antes el disfraz de Caparrós para escapar del atolladero nos vienen con el vacuo pretexto de una mejora en la imagen con tal de quitarle hierro a la vergonzosa derrota en Villarreal, donde los muchachos de Ernesto Valverde lo más que lograron fue fallar un par de ocasiones para marcar, como viene siendo habitual; o presionar con más ahínco que otras veces a su rival que, si bien no pudo realizar su habitual juego alegre, de toque y desmarque, se las apañó para liquidar el partido con suficiencia y justicia. Ni asomo hubo en el Athletic de aquel fútbol rico, fluido y preciso que asombró bajo la batuta de Marcelo Bielsa; o el espíritu y ambición mostrados la pasada temporada. Todo aquello ha sido borrado del mapa, y por no quedar no queda ni la huella de Caparrós, salvo en el pelotazo y tentetieso al que se agarra el equipo como rudimentario recurso con el que ocultar su manifiesta incapacidad para dar cuatro pases seguidos.
En pleno declive, Athletic aún puede presumir de seguir vivo en la Copa, sobrevivir en Europa y subsistir de las añoranzas por la pasada campaña. Pero está en la encrucijada. En poco más de una semana, el Málaga servirá de medida precisa, en la doble confrontación copera y en el próximo partido de Liga, para conocer si aún hay esperanzas o llega la hora de la recurrir a la advocación, bendita Vírgen de Begoña.