LAS enormes deudas ucranianas por el gas natural ruso son, hasta cierto punto, unas auténticas “cuentas de la lechera” del Gobierno de Kiev? porque este cuenta con las ayudas de la Unión Europea para pagarle a Moscú lo que le debe y lo que necesitará.
Para Ucrania este tema es absolutamente prioritario, ya que el país carece de yacimientos de gas y petróleo, sus finanzas están bordeando la bancarrota y sin el gas ruso la gente se moriría de frío en invierno y prácticamente toda la industria quedaría paralizada. Esta “ruso-dependencia” de Kiev es tan abrumadora que en el pleito por la deuda, Kiev no niega la deuda, sino que protesta solo por el precio que le quiere cobrar Moscú.
En realidad, es lo único que puede aducir, ya que Rusia usa el suministro energético a algunas de las naciones surgidas del colapso de la URSS como arma política. A las que secundan los planes de Putin, Rusia les cobra precio rebajados -muy inferiores a los del mercado internacional- en tanto que a los discrepantes, como la actual Ucrania, le cotiza el metro cúbico de gas a tarifa mundial.
Al final del verano Ucrania le adeudaba a Rusia más de 3.000 millones de dólares, a los que hay que sumar más reclamaciones rusas hasta un total de 5.300 millones de dólares. Es un débito importante, pero no acuciante ya que el Kremlin se ha avenido a aplazar hasta el próximo otoño la fijación y el pago de la deuda. Lo grave, lo acuciante, para Kiev es el suministro actual, el de los meses de noviembre y diciembre del 2014, ya que Rusia exige el pago a tocateja (a razón de 385 dólares los mil metros cúbicos) dado que el riesgo de no cobrar es muy grande. Y si bien la Unión Europea ha prometido a Ucrania empréstitos para el 2015, nadie sabe cómo se financiará el suministro este fin de año.
Lo que es evidente es que el peaje que paga el gas ruso vendido a Europa Occidental y enviado allá a través de los gasoductos que cruzan Ucrania no cubre ni de lejos el importe de las necesidades ucranianas. Y por si todo esto no fuera complicación suficientemente enojosa, Rusia agrava el conflicto negándose a venderle a Ucrania el gas que necesita -cantidad que varía en función de los rigores climáticos del momento-, sino que exige que Kiev encargue para cada uno de los dos últimos meses del año 4.000 mil millones de metros cúbicos ya que -arguye el ministro ruso de Energía- si el pedido inicial es menor, Rusia no puede incrementar el envío en el último momento.
La agresiva postura rusa en este caso tiene dos explicaciones: una, el ya mentado uso de los hidrocarburos como arma política. La otra es jurídica, ya que los abogados del Kremlin temen que cualquier concesión en el precio o las condiciones del contrato de compraventa perjudicarían la posición rusa en el pleito del año próximo.